La convicción fundamental de Francisco, una vez convertido y después que el Señor le dio hermanos, fue que su nueva vida y la de sus compañeros debía ser una consagración radical a Dios, viviendo según el modelo del Evangelio. Lo que se resume, a la luz de su pensamiento y de su sensibilidad espiritual, en tres elementos. En primer lugar, que la vida consagrada consiste sobre todo en ‘un especial ser para Dios’, por deducción: ‘un especial obrar en su servicio’. En segundo lugar, que el tipo de fraternidad evangélica elegido por él constituye, por así decir, el objetivo, el principio formal y el signo inconfundible de todo su programa de vida –ser y obrar- y el de los ‘hermanos menores’. En tercer lugar, que el campo de trabajo de los ‘hermanos menores’ por el Reino de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús, es amplísimo; insertos en el mundo, al lado de los hombres, edifican y sirven con el ejemplo[i], con el trabajo manual, con las actividades caritativas –en particular con la asistencia a los leprosos-, con el compromiso itinerante de predicación penitencial, etc…
[i] Cfr.LM. 8,1: FF 1135; TC. 36: FF 1440.
[i] Cfr.LM. 8,1: FF 1135; TC. 36: FF 1440.
Para Francisco, lo que más contaba era el mensaje de fondo: el testimonio evangélico de los auténticos ‘hermanos menores’, con la propia vida, invitados a ‘reparar’ la Iglesia y la sociedad, respondiendo a la ‘gracia del trabajo’ de cada uno de ellos.
Francisco quiso que todos sus hermanos fuesen hombres apostólicos, pero no que todos se dedicasen –y siempre- a un ministerio específicamente y directamente pastoral. El primero y más válido apostolado, según él, debía ser la vida “con el ejemplo más que con las palabras”[i], según su dicho: “Todos los hermanos prediquen con las obras”[ii]. A este respecto es significativo que, en el capítulo de la Regla sobre los predicadores, Francisco ruega a “todos sus hermanos, predicadores, orantes, trabajadores, tanto clérigos como laicos, que procuren humillarse en todo, no gloriarse ni gozarse en sí mismos, ni exaltarse interiormente de las palabras y obras buenas; más aún, de ningún bien que Dios hace o dice y obra alguna vez en ellos y por ellos"[iii]
[i] “Consideremos, hermanos queridos, nuestra vocación, a la cual por su misericordia nos ha llamado el Señor, no tanto por nuestra salvación cuanto por la salvación de muchos otros, a fin de que vayamos por el mundo exhortando a los hombres más con el ejemplo que con las palabras, para moverlos a hacer penitencia de sus pecados y para que recuerden los mandamientos de Dios” (TC. 36: FF 1440).
[ii] 1R. 17,3: FF 46.
[iii] 1R. 17,5-6: FF 47.
[i] “Consideremos, hermanos queridos, nuestra vocación, a la cual por su misericordia nos ha llamado el Señor, no tanto por nuestra salvación cuanto por la salvación de muchos otros, a fin de que vayamos por el mundo exhortando a los hombres más con el ejemplo que con las palabras, para moverlos a hacer penitencia de sus pecados y para que recuerden los mandamientos de Dios” (TC. 36: FF 1440).
[ii] 1R. 17,3: FF 46.
[iii] 1R. 17,5-6: FF 47.
LA IDENTIDAD DE LA ORDEN FRANCISCANA EN SU MOMENTO FUNDACIONAL (1998).
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