Si algo ha caracterizado tanto la vida de fe de nuestro pueblo como el ejercicio pastoral de nuestro episcopado a través de todas las épocas, ha sido el reconocimiento y el cultivo de la relación vital con el Sucesor de Pedro. La historia de nuestra Iglesia, en estos dos últimos siglos, nos ha enseñado que estrechar la comunión y consolidar la unidad "cum Petro et sub Petro" son bienes particularmente preciosos ya que hemos vivido en carne propia la amenaza por parte de gobiernos anticlericales, de separarnos de la roca romana creando Iglesias nacionales sometidas a los poderes de turno.
Un servicio en el que hemos puesto particular empeño ha sido el de iluminar desde la fe el difícil camino por el que viene transitando el pueblo venezolano desde hace una década. Como es sabido, en Venezuela se ha impuesto desde hace una década un nuevo proyecto político que lleva por nombre socialismo del siglo XXI, de talante revolucionario, que ha introducido profundas modificaciones en todas las dimensiones de la vida del país, ha contado para su implantación con ingentes ingresos provenientes del petróleo y ha causado crecientes polarizaciones económicas, sociales y culturales. La progresiva ejecución de este proyecto ha polarizado el país y lo ha dividido en grupos contrapuestos.
Esta confrontación, que se ha resuelto a través de numerosos eventos electorales, ha provocado una creciente polarización política, ha aumentado la violencia, la inseguridad y el odio, poniendo en serio riesgo la convivencia democrática. Ante tales amenazas, y sabiendo que la gran mayoría de la población es profundamente religiosa y católica, nos hemos sentido llamados como pastores a emitir numerosos mensajes, cartas y exhortaciones pastorales.
(Ubaldo R. Santana Sequera, Informe del presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana sobre su acción al Papa en la visita "ad limina apostolorum", 08-VI-2009)
Os animo, por tanto, a incrementar las iniciativas para dar a conocer en toda su integridad y hermosura la figura y el mensaje de Jesucristo. Para ello, además de una buena formación doctrinal de todo el Pueblo de Dios, es importante fomentar una profunda vida de fe y oración. En la liturgia, y en el diálogo íntimo de la plegaria personal o comunitaria, el Resucitado viene a nuestro encuentro, transformando nuestro corazón con su presencia amorosa.
(Benedicto XVI, “Discurso a los obispos del Venezuela en visita "ad limina apostolorum", 08-VI-2009)
Un servicio en el que hemos puesto particular empeño ha sido el de iluminar desde la fe el difícil camino por el que viene transitando el pueblo venezolano desde hace una década. Como es sabido, en Venezuela se ha impuesto desde hace una década un nuevo proyecto político que lleva por nombre socialismo del siglo XXI, de talante revolucionario, que ha introducido profundas modificaciones en todas las dimensiones de la vida del país, ha contado para su implantación con ingentes ingresos provenientes del petróleo y ha causado crecientes polarizaciones económicas, sociales y culturales. La progresiva ejecución de este proyecto ha polarizado el país y lo ha dividido en grupos contrapuestos.
Esta confrontación, que se ha resuelto a través de numerosos eventos electorales, ha provocado una creciente polarización política, ha aumentado la violencia, la inseguridad y el odio, poniendo en serio riesgo la convivencia democrática. Ante tales amenazas, y sabiendo que la gran mayoría de la población es profundamente religiosa y católica, nos hemos sentido llamados como pastores a emitir numerosos mensajes, cartas y exhortaciones pastorales.
(Ubaldo R. Santana Sequera, Informe del presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana sobre su acción al Papa en la visita "ad limina apostolorum", 08-VI-2009)
Os animo, por tanto, a incrementar las iniciativas para dar a conocer en toda su integridad y hermosura la figura y el mensaje de Jesucristo. Para ello, además de una buena formación doctrinal de todo el Pueblo de Dios, es importante fomentar una profunda vida de fe y oración. En la liturgia, y en el diálogo íntimo de la plegaria personal o comunitaria, el Resucitado viene a nuestro encuentro, transformando nuestro corazón con su presencia amorosa.
(Benedicto XVI, “Discurso a los obispos del Venezuela en visita "ad limina apostolorum", 08-VI-2009)
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