En Roma, Cirilo y Metodio fueron recibidos por el Papa Adriano II, que les salió al encuentro en procesión para acoger dignamente las reliquias de san Clemente. El Papa también había comprendido la gran importancia de su excepcional misión. Desde la mitad del primer milenio, de hecho, los eslavos se habían asentado en gran número en aquellos territorios situados entre las dos partes del Imperio Romano, el oriental y el occidental, que experimentaban tensiones entre sí. El Papa intuyó que los pueblos eslavos podrían desempeñar el papel de puente, contribuyendo de este modo a conservar la unión entre los cristianos de una y otra parte del Imperio. Por tanto, no dudó en aprobar la misión de los dos hermanos en la Gran Moravia, acogiendo y aprobando el uso del eslavo en la liturgia. Los libros eslavos fueron colocados en el altar de Santa María de Phatmé (Santa María la Mayor) y se celebró la liturgia eslava en las basílicas de San Pedro, San Andrés, San Pablo.
En realidad, ya años antes de que el príncipe de Moravia pidiera al emperador Miguel III el envío de misioneros a su tierra, parece que Cirilo y el hermano Metodio, rodeados por un grupo de discípulos, estaban trabajando en el proyecto de recoger los dogmas cristianos en libros escritos en eslavo. Entonces se constató con claridad la necesidad de contar con nuevos signos gráficos, que fueran más adecuados a la lengua hablada: nació así el alfabeto glagolítico que, posteriormente modificado, fue designado con el nombre de "cirílico" en honor de su inspirador. Fue un hecho decisivo para el desarrollo de la civilización eslava en general. Cirilo y Metodio estaban convencidos de que los diferentes pueblos no podían considerar que habían recibido plenamente la Revelación hasta que no la hubieran escuchado en su propio idioma y leído en los caracteres propios de su alfabeto.
A Metodio le corresponde el mérito de permitir que la obra emprendida por su hermano no quedara bruscamente interrumpida. Mientras Cirilo, el "filósofo", tendía a la contemplación, él se orientaba más bien a la vida activa. De este modo, pudo sentar los cimientos de la sucesiva afirmación de lo que podríamos llamar la "idea cirilo-metodiana", que acompañó en los diferentes períodos históricos a los pueblos eslavos, favoreciendo el desarrollo cultural, nacional y religioso. Lo reconoció ya el Papa Pío XI con la carta apostólica Quod Sanctum Cyrillum, en la que calificaba a los dos hermanos "hijos de Oriente, bizantinos de patria, griegos de origen, romanos por su misión, eslavos por los frutos apostólicos" (AAS 19 [1927] 93-96). El papel histórico que ellos desempeñaron fue después oficialmente proclamado por el Papa Juan Pablo II quien, con la carta apostólica Egregiae virtutis viri, les declaró copatronos de Europa junto a san Benito (AAS 73 [1981] 258-262).
En efecto, Cirilo y Metodio constituyen un ejemplo clásico de lo que hoy se indica con el término "enculturación": cada pueblo debe hacer que penetre en la propia cultura el mensaje revelado y expresar la verdad salvífica con su propio lenguaje. Esto supone un trabajo de "traducción" muy empeñativo, pues exige encontrar términos adecuados para volver a proponer, sin traicionarla, la riqueza de la Palabra revelada. Los dos santos hermanos han dejado en este sentido un testimonio particularmente significativo que la Iglesia sigue mirando hoy para inspirarse y orientarse.
(Benedicto XVI, Audiencia General, 17-06-2009)
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