No podemos hacer con el mundo todo lo que nos place; por el contrario, estamos llamados a conformar nuestras decisiones con las complejas y perceptibles leyes escritas por el Creador en el universo y a modelar nuestras acciones según la bondad divina que penetra el reino de lo creado.
(Benedicto XVI, “Discurso en el encuentro con representantes religiosos de Galilea”, 14-V-2009).
El prodigio de la Encarnación continúa desafiándonos a abrir nuestra inteligencia a las ilimitadas posibilidades del poder transformador de Dios, de su amor por nosotros, de su deseo de estar en comunión con nosotros. Aquí el eterno Hijo de Dios se convirtió en hombre, e hizo posible para nosotros, sus hermanos y hermanas, el compartir su filiación divina. Aquel movimiento de rebajamiento de un amor que se vació a sí mismo hizo posible el movimiento inverso de exaltación en el cual también nosotros fuimos elevados para compartir la vida misma de Dios (cf. Filipenses 2,6-11).
(Benedicto XVI, “Discurso en la Basílica de la Anunciación”, 14-V-2009).
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