martes, 22 de abril de 2008

A propósito de la religión civil, el catolicismo y la visita del Papa a EEUU

Ayer tuve presenté un examen sobre el tema de la religión civil (ver el concepto acá en el subcapítulo con dicho nombre en el Contrato Social de Rousseau), el catolicismo y Bolívar; espero haber salido bien. Acá les dejo un artículo que conseguí en la red (aquí) por casualidad, y que habla del tema.

Católicos de América

JAVIER VEGA

Hace 25 años, en Venezuela, conocí un locuaz peluquero italiano que me hizo mirar la Institución Eclesiástica pajo un prisma totalmente insospechado: «No soy católico practicante, vino a decir, pero para los italianos que residimos en el extranjero cada catedral es como un consulado; nos sentimos más identificados con el Vaticano que con el Quirinal». Lo que es comprensible si tenemos en cuenta que la presencia de la institución -iglesias, colegios, conventos, etc.- era mucho más conspicua y socialmente influyente de lo que jamás hubiera podido soñar el Estado italiano. Lo sorprendente es que viera la Iglesia no tanto como una institución universal cuanto como una proyección de Roma.

La anécdota me ha venido a la memoria con la visita del Papa a Washington. Los católicos estadounidenses fueron primero irlandeses, luego italianos y, ahora, hispanos. Tres comunidades tan distintas que presentan mayores diferencias entre sí que cada una de ellas con otras comunidades cristianas. Por ejemplo, entre católicos y evangelistas hispanos o entre católicos y episcopalitas anglosajones.

El 80% de los estadounidenses, incluidos dos tercios de los 70 millones de católicos, dicen saber apenas nada sobre el Papa. Sospecho que el tercio que sí sabe es abrumadoramente italiano. El núcleo espiritual de los americanos irlandeses sigue localizado en Irlanda y está representado por los párrocos de origen irlandés que dirigen sus comunidades y alimentan sus raíces. En cuanto a los hispanos, tengo la impresión de que la figura del Papa aún les resulta más exótica; todavía recuerdo (me remonto de nuevo a Venezuela) que los criollos venezolanos no podían dejar de asociarme -con mi barba, mis gafas de concha, mi fuerte acento español- con los misioneros de su infancia.

Hablo de sentimientos que rara vez se hacen conscientes, como en el caso del peluquero, pero que influyen decisivamente en la manera de percibir, entender y vivir la experiencia religiosa. El hecho de que los primeros católicos fueran irlandeses sin duda es fundamental para entender el desarrollo de esa institución en EE UU. Los cristianos de Irlanda, entonces geográficamente muy alejados del continente europeo, mostraron desde el principio su desapego respecto a Roma. Candidatos ideales para la reforma protestante, hay que ver en la lucha por su independencia de Gran Bretaña el rechazo del anglicanismo. Al contrario que en el resto de los países reformistas, en Irlanda el protestantismo solo caló entre la elite, el pueblo lo percibió como una agresión a su identidad y su forma de vivir. La emigración masiva a EE UU dejó atrás la contradicción principal -el acoso inglés- y se encontró con una nueva: la desconfianza que su sometimiento nominal a Roma ('la Gran Ramera') y al Papa ('el Anticristo') generaba entre los puritanos. Causa eficiente para reforzar su inclinación al desapego del Vaticano.

La revolucionaria idea de separar la Iglesia y el Estado tomó forma por primera vez en la constitución americana. Los padres de la constitución estaban muy influidos por las ideas de la Ilustración (la era más secular de la historia) que en el s. XVIII estaban en su apogeo. Pero, por otra parte, los puritanos estaban firmemente asentados en su fe y en los principios morales que de ésta se derivan para construir una sociedad modélica.

De hecho, ha sido lo primero que reconoció Benedicto XVI a su llegada: «Los Estados Unidos nacieron con una visión positiva del secularismo. Este nuevo pueblo se componía de comunidades que habían escapado a las purgas [religiosas] del Estado y querían vivir en un Estado laico, un estado secular que hizo posible que todas las confesiones y todas las formas religiosas pudieran ejercitarse libremente. Fue un Estado secular de plena intención. Se opuso frontalmente a la religión estatal, pero fue secular por amor a la religión y a la autenticidad que solo puede vivirse desde la libertad [religiosa]».

La religión -independientemente de sus diferentes denominaciones- se ha beneficiado grandemente de esta separación. En EE UU hay más creyentes y practicantes que en cualquier otro país occidental. Los católicos se adaptaron a esta cultura y adoptaron múltiples actitudes reformadoras tomadas de la praxis protestante: vuelta a los fundamentos de la fe, dependencia de los fieles para su sostenimiento, adaptación a los usos y costumbres del lugar, fidelidad al Estado, distanciamiento del poder terrenal de Roma.

En los Estados seculares de Europa no se alcanzó un equilibrio tan afortunado. El Estado quería una religión amputada de todo elemento salvífico, lo cual dejaba insatisfechas las ansias redentoras de los creyentes. Los jóvenes teólogos (católicos y protestantes) propusieron una nueva Revelación que sacudiera los cimientos de la modernidad burguesa. El conflicto sigue vigente al día de hoy, aunque el Estado secular pareció ganar la batalla en la segunda mitad del s. XX.

La experiencia americana ha sido claramente excepcional. Una población comprometida por igual con sus creencias y con la separación iglesia-Estado. Una retórica mesiánica canalizada por una estructura constitucional que impide la puesta en duda de las instituciones políticas. Diferencias ideológicas potencialmente explosivas sobre el aborto, el rezo en la escuela, el matrimonio, la investigación biológica, etc. se resuelven habitualmente dentro de los límites de la Constitución. Un verdadero milagro que el Papa (de un lado acosado por el liberalismo complaciente y del otro por un mesianismo intransigente) quisiera ver reproducido en Europa.

No hay comentarios:

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...