Damasceno (675-749) escribía: "En otros tiempos Dios no había sido representado nunca en imagen, siendo incorpóreo y sin rostro. Pero dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, yo represento lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar en la materia y obrar mi salvación a través de la materia. Nunca cesaré por ello de venerar la materia a través de la cual me ha llegado la salvación. ¡Pero no la venero en absoluto como Dios! ¿Cómo podría ser Dios aquello que ha recibido la existencia a partir del no ser?... Sino que yo venero y respeto también todo el resto de la materia que me ha procurado la salvación, en cuanto que está llena de energías y de gracias santas. ¿No es quizás materia el madero de la cruz tres veces bendita?... ¿Y la tinta y el libro santísimo de los Evangelios no son materia? ¿El altar salvífico que nos dispensa el pan de vida no es materia?... Y antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi Señor? O se debe suprimir el carácter sagrado de todo esto, o se debe conceder a la tradición de la Iglesia la veneración de las imágenes de Dios y la de los amigos de Dios que son santificados por el nombre que llevan, y que por esta razón están habitados por la gracia del Espíritu Santo. No se ofenda por tanto a la materia: ésta no es despreciable, porque nada de lo que Dios ha hecho es despreciable" (Contra imaginum calumniatores, I, 16, ed. Kotter, pp. 89-90). Vemos que, a causa de la encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios. Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya gloria resplandece en el rostro humano de Cristo. Por tanto, las invitaciones del Doctor oriental son aún hoy de extrema actualidad, considerando la grandísima dignidad que la materia ha recibido en la Encarnación, pudiendo llegar a ser, en la fe, signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios. (Benedicto XVI, Audiencia General, 06-V-2009).
En muchas ocasiones he explicado este principio de diferenciación entre el culto a Dios y a las imágenes: al primero se le adora a lo segundo se les venera, son medios que representan y que nos ayudan a acercarnos a Dios. A pesar de este principio no puedo negar que las religiones que no poseen imágenes parecieran transmitir un culto más perfecto por ser purificado de intermediaciones materiales, pero – siguiendo al Papa y a San Juan Damasceno -: ¿acaso esta idea no es producto de una tradición de rechazo al cuerpo y a la materia? ¿el católico con las imágenes no está valorando la obra de Dios, la creación y muy especialmente la encarnación?.
En muchas ocasiones he explicado este principio de diferenciación entre el culto a Dios y a las imágenes: al primero se le adora a lo segundo se les venera, son medios que representan y que nos ayudan a acercarnos a Dios. A pesar de este principio no puedo negar que las religiones que no poseen imágenes parecieran transmitir un culto más perfecto por ser purificado de intermediaciones materiales, pero – siguiendo al Papa y a San Juan Damasceno -: ¿acaso esta idea no es producto de una tradición de rechazo al cuerpo y a la materia? ¿el católico con las imágenes no está valorando la obra de Dios, la creación y muy especialmente la encarnación?.
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