En la Venezuela de los ochenta, cuando era adolescente, comenzaba la decadencia de la confianza en el país, o por lo menos en Caracas. Es así como me pasó lo siguiente en una cola del teatro Teresa Carreño para comprar entradas a un evento. Una persona (totalmente desconocida) estaba conmigo en la cola, y esta tuvo que ir a arreglar algo y me pidió que le comprara la entrada dándome el dinero. Yo le dije que en los tiempos que corrían no se podía confiar en nadie, que yo podría ser una deshonesto y robarle el dinero. La persona me respondió: "En todo tiempo siempre hay que confiar en las personas; no podemos vivir con la total desconfianza". Me causó gran impresión. En medio de la decadencia, todavía algunos tenían esperanzas en la bondad humana.
Considero que debemos ir creando islas de confianza que extiendan este bien como sal o levadura del bien.
lunes, 29 de marzo de 2010
Ser sal de la tierra. La confianza
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario