4. (…) Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que han dado lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de las causas y encontrar las soluciones eficaces. Ciertamente, entre los factores que han contribuido a ella, podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona. Es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias y han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución.
7. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: (…) Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia (debéis responder ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos), pero no desesperéis de la misericordia de Dios.
10. A los sacerdotes y religiosos de Irlanda: (…) Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados y encolerizados por la manera en que algunos de vuestros superiores abordaron esas cuestiones.
11. A mis hermanos, los obispos: No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños.
Les exige:
Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. (…) El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez, y busquéis día tras día la conversión personal.
(Benedicto XVI, Carta pastoral a los católicos de Irlanda, 19-III-2010)
Un diagnóstico muy completo en pocas palabras. El cual ha tocado todas las causas, en especial una gran error que ha hecho un dañó tan inmenso, que el Papa no ha dudado en compararlo y describirlo como que: “han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución”.
El problema fue temer la reducción del número de católicos, y muy especialmente el de las vocaciones. Fue así como se abrió la puerta a cualquiera, el sacerdocio perdió su dignidad como forma de vida.
Su respuesta a los sacerdotes pederastas es contudente, y a la vez misericordiosa. Nos demuestra que el cristiano no huye de sus deberes con la justicia: debemos castigar al culpable (y someternos a ella en caso de serlo); pero también, después del castigo y la reparación (e incluso en medio de estos), se les ofrece y recuerda la misericordia.
El Papa reitera en varias ocasiones quiénes fueron los culpables del escándalo: los pederastas y las autoridades que lo ocultaron. Nadie puede negar que Benedicto XVI no está haciendo frente a los verdaderos culpables.
Gracias Señor por darnos un gran Papa.
7. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: (…) Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia (debéis responder ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos), pero no desesperéis de la misericordia de Dios.
10. A los sacerdotes y religiosos de Irlanda: (…) Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados y encolerizados por la manera en que algunos de vuestros superiores abordaron esas cuestiones.
11. A mis hermanos, los obispos: No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños.
Les exige:
Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. (…) El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez, y busquéis día tras día la conversión personal.
(Benedicto XVI, Carta pastoral a los católicos de Irlanda, 19-III-2010)
Un diagnóstico muy completo en pocas palabras. El cual ha tocado todas las causas, en especial una gran error que ha hecho un dañó tan inmenso, que el Papa no ha dudado en compararlo y describirlo como que: “han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución”.
El problema fue temer la reducción del número de católicos, y muy especialmente el de las vocaciones. Fue así como se abrió la puerta a cualquiera, el sacerdocio perdió su dignidad como forma de vida.
Su respuesta a los sacerdotes pederastas es contudente, y a la vez misericordiosa. Nos demuestra que el cristiano no huye de sus deberes con la justicia: debemos castigar al culpable (y someternos a ella en caso de serlo); pero también, después del castigo y la reparación (e incluso en medio de estos), se les ofrece y recuerda la misericordia.
El Papa reitera en varias ocasiones quiénes fueron los culpables del escándalo: los pederastas y las autoridades que lo ocultaron. Nadie puede negar que Benedicto XVI no está haciendo frente a los verdaderos culpables.
Gracias Señor por darnos un gran Papa.
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