San Buenaventura y la Teología: “La fe está en el intelecto, de manera tal que provoca el afecto. Por ejemplo: conocer que Cristo murió 'por nosotros' no se queda en conocimiento, sino que se convierte necesariamente en afecto, en amor” (Proemium in I Sent., q. 3).
(…) Quien ama quiere conocer cada vez mejor y más a lo amado; la verdadera teología no empeña la razón y su búsqueda motivada por la soberbia, sed propter amorem eius cui assentit – motivada por el amor de Aquel, al que ha dado su consenso" (Proemium in I Sent., q. 2), y quiere conocer mejor al amado: esta es la intención fundamental de la teología. Para san Buenaventura es por tanto determinante al final la primacía del amor.
(…) Es evidente que el acento específico de su teología, del que he dado solo un ejemplo, se explica a partir del carisma franciscano: el Pobrecillo de Asís, más allá de los debates intelectuales de su tiempo, había mostrado con toda su vida la primacía del amor: era un icono viviente y enamorado de Cristo y así hizo presente, en su tiempo, la figura del Señor – convenció a sus contemporáneos no con las palabras, sino con su vida.
(…) Las palabras conclusivas de su "Itinerario de la mente en Dios", en una lectura superficial, pueden parecer como la expresión exagerada de una devoción sin contenido; leídas, en cambio, a la luz de la teología de la Cruz de san Buenaventura, son una expresión límpida y realista de la espiritualidad franciscana: "Si ahora anhelas saber cómo sucede esto (es decir, la subida hacia Dios), interroga a la gracia, no a la doctrina; al deseo, no al intelecto; al gemido de la oración, no al estudio de la letra;... no a la luz, sino al fuego que inflama y transporta todo en Dios” (VII, 6). Todo esto no es anti intelectual ni tampoco anti racional: supone el camino de la razón, pero lo trasciende en el amor de Cristo crucificado. Con esta transformación de la mística del Pseudo-Dionisio, san Buenaventura se coloca en los inicios de una gran corriente mística, que ha elevado y purificado mucho la mente humana: es un culmen en la historia del espíritu humano. (Benedicto XVI, Audiencia General, 10-III-2010).
(…) Quien ama quiere conocer cada vez mejor y más a lo amado; la verdadera teología no empeña la razón y su búsqueda motivada por la soberbia, sed propter amorem eius cui assentit – motivada por el amor de Aquel, al que ha dado su consenso" (Proemium in I Sent., q. 2), y quiere conocer mejor al amado: esta es la intención fundamental de la teología. Para san Buenaventura es por tanto determinante al final la primacía del amor.
(…) Es evidente que el acento específico de su teología, del que he dado solo un ejemplo, se explica a partir del carisma franciscano: el Pobrecillo de Asís, más allá de los debates intelectuales de su tiempo, había mostrado con toda su vida la primacía del amor: era un icono viviente y enamorado de Cristo y así hizo presente, en su tiempo, la figura del Señor – convenció a sus contemporáneos no con las palabras, sino con su vida.
(…) Las palabras conclusivas de su "Itinerario de la mente en Dios", en una lectura superficial, pueden parecer como la expresión exagerada de una devoción sin contenido; leídas, en cambio, a la luz de la teología de la Cruz de san Buenaventura, son una expresión límpida y realista de la espiritualidad franciscana: "Si ahora anhelas saber cómo sucede esto (es decir, la subida hacia Dios), interroga a la gracia, no a la doctrina; al deseo, no al intelecto; al gemido de la oración, no al estudio de la letra;... no a la luz, sino al fuego que inflama y transporta todo en Dios” (VII, 6). Todo esto no es anti intelectual ni tampoco anti racional: supone el camino de la razón, pero lo trasciende en el amor de Cristo crucificado. Con esta transformación de la mística del Pseudo-Dionisio, san Buenaventura se coloca en los inicios de una gran corriente mística, que ha elevado y purificado mucho la mente humana: es un culmen en la historia del espíritu humano. (Benedicto XVI, Audiencia General, 10-III-2010).
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