lunes, 22 de septiembre de 2008

Nuestro buen amigo G.G. Jolly (novicio jesuita) nos habla de la pobreza...y la riqueza

Siempre que me he topado con la cuestión ‘ricos y pobres’, tanto en el ámbito secular como en el eclesial, surgen tensiones y disputas. En el primero, la cuestión podría intentar zanjarse con sociología y economía, aunque al final, muy probablemente, no se llegue a ninguna conclusión que valga la pena (sin las ofensivas generalizaciones: ‘Los pobres son pobres porque quieren’ o ‘Los pobres son pobres porque son aplastados por “el sistema”’). En el segundo, sin embargo, es sorprendente siquiera que se discuta el tema. Para la Iglesia y para los cristianos que la conforman, es innegable, tomando en cuenta las palabras que los evangelistas ponen en boca de Jesús, la declaración lapidaria de Jon Sobrino, SJ: ‘Extra pauperes nulla salus’ (‘Fuera de los pobres no hay salvación’). Baste asomarnos nada más al evangelio de San Lucas:

‘¡Ay de ustedes, los ricos!’ (Lc VI, 24)
‘Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos’. (Lc XVIII, 25)
‘Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.’ (Lc XIV, 33)
‘¿De qué le sirve el hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?’ (Lc IX, 25)
‘Guárdense de toda codicia, porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas no le garantizan la vida.’ (Lc XII, 15)
‘Vendan sus bienes y den limosna. Háganse bolsas que no se deterioren, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe; porque donde esté su tesoro, allí estará su corazón.’ (Lc XII, 33-34)
‘Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y desdeñará al otro; o bien se dedicará a uno y desdeñará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero.’ (Lc XVI, 13)

Comienzo por definir salvación como el ‘ir al Cielo’, es decir, ‘el estado de felicidad suprema y definitiva’ en que se ve ‘a Dios cara a cara’ y que ‘no tendrá fin’ (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 207 y 209). Y añado también que el Cielo es también el Reino de Dios ya presente entre nosotros aquí en la tierra mediante ‘la justicia y la paz, según las Bienaventuranzas’ (CCIC 590), tal como lo invocamos en el Padre Nuestro: ‘Hágase, Señor, tu voluntad en la tierra como en el cielo’ (CCIC 591).
¿Cómo, pues, el ser humano (y aún más el creyente, sobre todo si es cristiano) ha de entrar en el Reino de Dios sin los pobres, sin alimentar al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento, acoger al indigente, cuidar del enfermo y visitar al cautivo (Mt XXV, 35-36)? ¿Cómo llegar al cielo sin la opción preferencial por los pobres, sin quienes los no pobres nunca aprenderán a vivir según las Bienaventuranzas (Mt V, 3-11)?
Y como el cristiano verdadero vive la fe en comunidad y no solo, podemos utilizar otra frase lapidaria: ‘Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada’ (Jacques Gaillot, ex obispo de Évreux, en el libro homónimo). Sin los pobres, apartada de ellos, ¿cómo ha la Iglesia de realizar su misión, que no es otra que la de ‘anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo’, y ‘ser germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación’ (CCIC 150)?
Por último, para concluir estas reflexiones (simples, pero concretas) y aclarar algunos puntos, cedo la palabra a San Juan Crisóstomo:

‘Aprendamos del pobre Lázaro (Lc XVI, 19-31) a no tener por dichosos a los ricos ni por desgraciados a los pobres. O, más bien, si hay que decir la verdad, no es rico quien está rodeado de muchas cosas, sino el que no necesita de muchas; ni es pobre el que no posee nada, sino el que desea muchas cosas. He aquí lo que hemos de tener por definición de la riqueza y pobreza. Luego, si ves a uno que codicia muchas cosas, aun cuando fuere dueño de las riquezas de todos, tenlo por el más pobre de todos. Si ves, por el contrario, que no necesita de muchas cosas, aun cuando nada posea, tenlo por el hombre más opulento del mundo.’ (Homilía II, 1 y ss.)
Por la disposición del alma, acostumbramos juzgar la pobreza y la riqueza. De uno que estuviere siempre sediento, no diríamos que está sano, por mucha abundancia de que goce, por más que se siente junto a los ríos y las fuentes. ¿De qué le aprovecha, en efecto, la abundancia de las aguas, si su sed sigue inextinta? Así hemos de juzgar a los ricos. No tengamos jamás por sanos a los que tienen hambre y sed de bienes ajenos, no pensemos que goza de abundancia el que no es capaz de calmar su deseo, por más que se vea rodeado de los bienes de todo el mundo. A aquellos, empero, que se contentan con lo suyo y no acechan los bienes ajenos, aun cuando sean los más pobres del mundo, hay que tenerlos por los más opulentos. Efectivamente, el que no necesita de lo ajeno, sino que se contenta con lo que le basta, es el hombre más rico del mundo…
Y, sin embargo, el rico no cometió propiamente una injusticia con Lázaro, pues no le quitó sus bienes. Su pecado fue no darle de lo propio. Ahora bien, si el que no da parte de lo propio tiene por acusador al que no compadeció, ¿qué perdón podrá alcanzar el que arrebata lo ajeno, pues los por él agraviados lo rodearán por todas partes? No habrá allá necesidad de testigos, ni de acusadores, ni de pruebas, ni de indicios. Los hechos mismos, tal como lo hicimos, aparecerán ante nuestros ojos. “He aquí —dice el Señor— el hombre y sus obras”.
Y es así que el no dar parte de lo que se tiene es ya linaje de rapiña. Esto es lo que se les hará tal vez más extraño, pero no se maravillen. Yo les voy a alegar un testimonio de las Escrituras divinas que dicen que es rapiña, avaricia y defraudación no sólo el arrebatar lo ajeno, sino también el no dar parte de lo suyo a los otros. ¿Qué testimonio es ése? Reprendiendo Dios a los judíos por boca del profeta: “La tierra ha producido sus frutos y no han traído los diezmos, sino que la rapiña del pobre está en sus casas”. “Porque no han hecho —dice— las ofrendas acostumbradas, han arrebatado lo del pobre”. Y eso es lo que dice para demostrar a los ricos que tienen lo que pertenece al pobre, aun cuando hayan entrado en la herencia paterna, aun cuando les venga el dinero de donde sea. Y en otra parte dice también: “No defraudes la vida del pobre” (Si IV, 1). El que defrauda, lo ajeno defrauda, pues se llama defraudación tomar y retener lo ajeno. Y por este pasaje se nos enseña también que si dejamos de hacer limosna, seremos castigados al igual que los defraudadores.
Y es así que las cosas o riqueza, de dondequiera las recojamos, pertenecen al Señor, y si las distribuimos entre los necesitados, lograremos gran abundancia. Y si el Señor te ha concedido tener más que otros, no ha sido para que lo gastes en fornicación y embriaguez, en comilonas y vestidos y demás disoluciones, sino para que lo distribuyas entre los necesitados. Un cobrador que recibe los dineros imperiales, si no los distribuye a quienes se le manda, sino que los emplea para sus propios vicios, tiene que dar cuenta y su fin es la muerte. Así el rico es un cobrador de dinero que ha de ser distribuido a los pobres y se le manda que lo reparta a aquellos de entre sus compañeros de servicio que están necesitados. Luego, si emplea para sí mismo más de lo que pide la necesidad, tendrá que dar en la otra vida la más rigurosa cuenta, pues lo suyo no es suyo, sino de los que, como él, son siervos del solo Señor.’
No alegues, pues, excusas superfluas e insensatas. Dios no pide abundancia en el dar, sino riqueza en la intención; y esta riqueza no se muestra por la medida de los dones, sino por la buena voluntad de los donantes. ¿Eres pobre, el más pobre de los hombres? Pero no lo serás más que aquella viuda que sobrepasó con mucho a los ricos (Lc XXI, 1-4). ¿Es que te falta el necesario sustento? Pero no te faltará tanto como a la viuda de Sidón, que había llegado hasta el fondo mismo del hambre, que no esperaba ya más que la muerte, estaba rodeada del coro de sus hijos y, no obstante, no perdonó lo que tenía, sino que con la extrema pobreza compró inefable riqueza. Su mano produjo una era y la hidria o cántaro se convirtió en un lagar. De poco hizo brotar una fuente abundante.
Mas, ¿qué fin tiene decir esto tontamente a hombres que por nada del mundo despreciarían las riquezas y se apegan a ellas como si hubieran de ser eternas? Hombres que, al dar una miseria de lo mucho que tienen, ya se imaginan haberlo hecho todo. Eso no es limosna. Limosna es la de aquella viuda del evangelio, que se desprendió de todo lo que tenía para sustento de su vida (Mc XII, 41-44). Mas, si no eres capaz de dar tanto como la viuda, da por lo menos todo lo superfluo. Pero no hay nadie que dé ni lo superfluo. Esas manadas de esclavos, esos vestidos de seda, todas esas son cosas superfluas. Nada es necesario ni forzoso, cuando podemos vivir sin ello. Todo lo demás es superfluo y son simplemente cosas de fuera.Veamos, pues, si les placen las cosas sin las que podemos vivir. Aunque sólo tengamos dos criados, podemos vivir. Cuando hay quienes viven sin ninguno, ¿qué podemos alegar para no contentarnos con dos? Podemos tener una casa de ladrillos y tres habitaciones, y ello nos basta. ¿No hay, dime, quienes no disponen más que una habitación para mujer e hijos?
Como epílogo, una última sentencia lapidaria, mucho más moderna y autorizada como ninguna otra: ‘Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario’ (Pablo VI, Populorum Progressio 23).
G. G. Jolly, nSJ
Y me ha gustado este comentario de Marìa Laura:
¡Al fin comprendi el sentido de la riqueza y la pobreza segun el Evangelio!... porque siempre lo vemos por el lado material y como que el que tiene riquezas, logradas por su trabajo, quedara fuera del mensaje de Jesus, como si fuera pecado ser rico, (en todo caso yo no lo soy) y realmente hay otra clase de riqueza y otro sentido de pobreza.

8 comentarios:

Ululatus sapiens dijo...

No sé, al final, por qué se entendió mal lo que escribí... En efecto, no es pecado ser rico, pero ¡cómo lo facilita!

Profeballa dijo...

¿Y què piensas la visiòn del Opus Dei sobre este dilema?.

un abrazo!

Ululatus sapiens dijo...

Creo, simple y llanamente, que están en el extremo opuesto a los jesuitas (no todos, y algunos otros no jesuitas) de los que tanto me quejé, aún atrapados en las utopías insensatas de los 70 (los vicios de la izquierda latinoamericana): le siguen el juego al capitalismo de compadres que impera, siguen siendo muy piadosos e inmensamente ricos. Tienen, en efecto, muchos proyectos sociales y empresas socialmente responsables, pero, según oí en una conferencia en la Universidad, la cantaleta de éxito, competencia, individualismo y asistencialismo disfrazado de buena voluntad siguen siendo el discurso oficial.

Como siempre he dicho: tan mal están los católicos que empuñan la Populorum Progressio y se olvidan de la Humanae Vitae, con tanta justicia, pobres, pobreza, comunidades de base, multiculturalismo, como los cruzados de la Humanae Vitae y su guerra contra el aborto, la eutanasia, los homosexuales (que no la homosexualidad), los anticonceptivos, que se olvidan de defender la vida después de nacida... O las dos o ninguna. O se es católico completo o no se es.

Profeballa dijo...

Yo veo (es mi percepciòn, la cual puede ser equivocada no lo niego) que el Opus Dei acà es mucho màs humilde que en otros sitios (sòlo conozco el Paìs Vasco y lo que dicen de otros lugares). Son proyectos modestos, los que desarrolla. Por ejemplo la Unviersidad del Opus acà, està en un lugar bastante modesto, y el edificio es un galpòn muy bien arreglado.

La verdad es que prefiero el discurso que me has descrito ("muchos proyectos sociales y empresas socialmente responsables, pero, según oí en una conferencia en la Universidad, la cantaleta de éxito, competencia, individualismo y asistencialismo disfrazado de buena voluntad") que las utopìas izquierdosas.

Me pongo a escribirte la respuesta que te debo.
un abrazo

Ululatus sapiens dijo...

Te pregunto: ¿crees que la denuncia profética y el trabajo directo por la justicia (ONGs, activismo, periodismo, caridad y, sí, política), el trabajo con, para y desde (inserción) los más pobres, la solidaridad real y material con ellos (pobreza), participar como uno más y dejarse transformar (y evangelizar) por los mismos pobres (comunidades de base), en diálogo mutuo, abierto y respetuoso, con su cultura (inculturación) son utopías izquierdosas?

Hay excesos, sí, pero en el fondo es evangelio puro. Así, por más empresario socialmente responsable que sea, alguien que no vive esta otra parte, no es sino el fariseo que echa sus monedas de oro a plena vista en el templo...

PRofeballa dijo...

Ulalutus: el primero que hablò de utopìas fuiste tù.
No entiendo ahora tu pregunta con toque crìticos...

En todo caso, es una cuestiòn de preferencias, no creo que hay UN SÒLO CAMINO para el Evangelio. Aplaudo y admiro todo lo que me dices, pero no sè si TODOS podemos seguir esos caminos. Como bien sabes, hay gente que su camino no es dentro de los jesuitas, o franciscanos, o sacerdotes, o religiosos...

No me gusta caer en ese discurso de estar comparando un empresario cristiano con un fariseo.

No me gusta caer en el discurso "Ellos son màs cristianos que los otros porque estàn con los pobres MATERIALES".

CReo que la Iglesia Y EL EVANGELIO es suficientemente amplio para incorporar diferentes formas de vida CRISTIANA.

Creo, que se necesitan tambièn empresarios con uan visiòn cristiana.

saludos

Ululatus sapiens dijo...

No era una pregunta con mala leche, pero yo no me referí a esas prácticas como 'utopías izquierdosas' (ésas son otras, muchas, que tú y yo bien conocemos). Ni tampoco esta respuesta pretende ser un sermón.

Y sí, bien estoy de acuerdo en que la Iglesia es universal y hay innumerables carismas para vivir la misma cosa (el Evangelio) de formas distintas. Pero el Evangelio tiene fundamentos no negociables (y no sólo dogmas doctrinales). Por ningún motivo acepto que los religiosos o consagrados vivan 'mejor' o 'más plenamente' el Evangelio que otros. No hay cristianos de segunda ni de tercera ni de ninguna categoría (eso es clericalismo vulgar).

Sin embargo, por más que el Espíritu y la Iglesia ayuden a adaptar en mayor o menor medida, según las personas y las circunstancias, las exigencias del Evangelio, hay exigencias irrenunciables. Teresa de Calcuta, por ejemplo, tenía muy clara su vocación: estar con y en medio de los más empobrecidos, aliviando su sufrimiento en el aquí y el ahora con sus propias manos. Sabía también que al lado suyo había un Ignacio Ellacuría que, mediante la ciencia y los medios modernos, denunciara y criticara la situación misma de los empobrecidos que ella atendía. O también contaba con Juan Pablo II para guiarlos a ambos, para insistir en las más altas instancias y desde los lugares más diversos en el mismo punto: la injusticia, la sangre del hermano derramada, que clama desde el cielo.

Tres carismas, tres labores muy distintas en pos del Evangelio, en la Iglesia y desde el mismo lugar: los últimos de la Tierra.

Este desde es irrenunciable. Tal como estas cosas que mencioné (y muchas más) son irrenunciables para cualquier cristiano, según tiempos, lugares y personas, claro:

- Denuncia profética y el trabajo directo por la justicia (ONGs, activismo, periodismo, caridad y, sí, política). Con todas las cosas que ennumeré en la lista, ¿cómo es que privilegio a los religiosos y excluyo a 'cristianos de segunda'?

- El trabajo con, para y desde los más pobres (inserción). ¿Es caridad cristiana acaso la limosna que no duele, la limosna anónima, la limosna con intermediarios?

- La solidaridad real y material con los pobres (pobreza). 'Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras exista alguien que carezca de lo necesario', dijo Pablo VI.

- Participar como uno más y dejarse transformar (y evangelizar) por los mismos pobres. ¿Qué Teresa de Calcuta se forjó en santidad rezando rosarios? ¿Ellacuría aprendió la realidad del pueblo salvadoreño en las aulas? ¿Juan Pablo II se alzó como profeta de la paz por lo que leyó en los libros de historia? ¿No Job halló a Dios en el muladar? ¿No la redención acaeció entre dos criminales, en medio de la tortura y del sinsentido?

- En diálogo mutuo, abierto y respetuoso, con su cultura (inculturación). Éste es harina de otro costal, pero viene a cuento, porque precisamente no puede haber piedad 'popular' y piedad de las 'élites' así como no hay cristianos de categorías distintas.

Es por todo ello que sí, llamo fariseos a aquellos empresarios (mexicanos principalmente, que son los que conozco) que se hacen pasar por cristianos y que se ufanan de tener 'conciencia social', pero que jamás se han sentado en la misma mesa que sus obreros ni se han mezclado con la turba embebida en el ruido, la alegría y el derroche de las verbenas populares y así dejarse evangelizar, nunca han dormido en el suelo, en la estera de paja de un albergue ni han visto las lágrimas ni oído los gritos del Pueblo de Dios que sufre más que en las noticias... ¿Cómo van entonces a encontrarse con el Dios vivo (Mt XXV), cómo se les va a revelar la buena nueva sin que sean los sencillos quienes se las enseñen, cómo habrán de convertirse en esos pocos camellos que pasen a través del ojo de una aguja?

Un abrazo.

Profeballa dijo...

Aclarado el asunto, estamos de acuerdo.
Disculpe lo escueto
un abrazo!

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