El ser revestido con los nuevos indumentos de Dios, es lo que sucede en el Bautismo; así nos dice la fe cristiana. Naturalmente, este cambio de vestidura es un proceso que dura toda la vida. Lo que ocurre en el Bautismo es el comienzo de un camino que abarca toda nuestra existencia, que nos hace capaces de eternidad, de manera que con el vestido de luz de Cristo podamos comparecer en presencia de Dios y vivir por siempre con él.
En el rito del Bautismo hay dos elementos en los que se expresa este acontecimiento, y en los que se pone también de manifiesto su necesidad para el transcurso de nuestra vida. Ante todo, tenemos el rito de las renuncias y promesas. (…) Se pronuncia un triple "no": al demonio, a sus pompas y al pecado. Con esta extraña palabra, "pompas", es decir, la suntuosidad del diablo, se indicaba el esplendor del antiguo culto de los dioses y del antiguo teatro, en el que se sentía gusto viendo a personas vivas desgarradas por bestias feroces. Se rechazaba de esta forma un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad. Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. (…) Pablo las llama (a las “viejas vestiduras” “obras de la carne”: "fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo" (Ga 5,19ss.).
(…) El bautizando determina la nueva orientación de su vida: la fe en el Dios trinitario al que él se entrega. Así, Dios mismo nos viste con indumentos de luz, con el vestido de la vida. Pablo llama a estas nuevas "vestiduras" "fruto del Espíritu" y las describe con las siguientes palabras: "Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí" (Ga 5, 22).
(Benedicto XVI, Homilía de la Vigilia Pascual, 03-IV-2010).
Señor, dame esas vestiduras, dame la Gracia para ser bueno, y abandonar mis vicios. No quiero pecar más, quiero la fe y la fuerza para amar la cruz diaria, para donarme total y alegremente. Quiero renunciar al poder, a la codicia… a la vanidad. Quiero la humildad, el sentirme nada, para no centrarme en mí, sino en los demás.
En el rito del Bautismo hay dos elementos en los que se expresa este acontecimiento, y en los que se pone también de manifiesto su necesidad para el transcurso de nuestra vida. Ante todo, tenemos el rito de las renuncias y promesas. (…) Se pronuncia un triple "no": al demonio, a sus pompas y al pecado. Con esta extraña palabra, "pompas", es decir, la suntuosidad del diablo, se indicaba el esplendor del antiguo culto de los dioses y del antiguo teatro, en el que se sentía gusto viendo a personas vivas desgarradas por bestias feroces. Se rechazaba de esta forma un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad. Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. (…) Pablo las llama (a las “viejas vestiduras” “obras de la carne”: "fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo" (Ga 5,19ss.).
(…) El bautizando determina la nueva orientación de su vida: la fe en el Dios trinitario al que él se entrega. Así, Dios mismo nos viste con indumentos de luz, con el vestido de la vida. Pablo llama a estas nuevas "vestiduras" "fruto del Espíritu" y las describe con las siguientes palabras: "Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí" (Ga 5, 22).
(Benedicto XVI, Homilía de la Vigilia Pascual, 03-IV-2010).
Señor, dame esas vestiduras, dame la Gracia para ser bueno, y abandonar mis vicios. No quiero pecar más, quiero la fe y la fuerza para amar la cruz diaria, para donarme total y alegremente. Quiero renunciar al poder, a la codicia… a la vanidad. Quiero la humildad, el sentirme nada, para no centrarme en mí, sino en los demás.
1 comentario:
Saludos pana, tiempo sin leerte. Buena reseña, el Bautismo es la entrada a la vida de la gracia.
Si no pecáramos seriamos Ángeles o habitantes del cielo. El pecado nos acerca a la misericordia de Dios. No es que lo ame (al pecado) solo es que parte de nuestra naturaleza caída tiende a ello (a pecar) y no es por nuestras fuerzas que lo evitamos, es por la GRACIA de Cristo que le hacemos frente. Mientras vivamos esa será nuestra cruz.
Un Abrazo pana...
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