Al final, las palabras de Jesús se convierten en oración, en su Oración sacerdotal, en cuyo trasfondo, según los exegetas, se halla el ritual de la fiesta judía de la expiación. El sentido de aquella fiesta y de sus ritos -la purificación del mundo, su reconciliación con Dios-, se cumple en el rezar de Jesús, un rezar en el que, al mismo tiempo, se anticipa la pasión, y la transforma en oración.
(…) ¿Qué es realmente esta vida verdaderamente eterna, a la que la muerte no puede dañar? Hemos escuchado la respuesta de Jesús: Esta es la vida verdadera, que te conozcan a ti, Dios, y a tu enviado, Jesucristo. Para nuestra sorpresa, allí se nos dice que vida es conocimiento. Esto significa, ante todo, que vida es relación. Nadie recibe la vida de sí mismo ni sólo para sí mismo. La recibimos de otro, en la relación con otro. Si es una relación en la verdad y en el amor, un dar y recibir, entonces da plenitud a la vida, la hace bella.
(…) Conocer, según la sagrada escritura, es llegar a ser interiormente una sola cosa con el otro. Conocer a Dios, conocer a Cristo, siempre significa también amarlo, llegar a ser de algún modo una sola cosa con él en virtud del conocer y del amar. Nuestra vida, pues, llega a ser una vida auténtica, verdadera y también eterna, si conocemos a Aquel que es la fuente de la existencia y de la vida. De este modo, la palabra de Jesús se convierte para nosotros en una invitación: seamos amigos de Jesús, intentemos conocerlo cada vez más. Vivamos en diálogo con él. Aprendamos de él la vida recta, seamos sus testigos. Entonces seremos personas que aman y actúan de modo justo. Entonces viviremos de verdad.
(…) El Señor pide la Iglesia al Padre. Ella nace de la oración de Jesús y mediante el anuncio de los apóstoles, que dan a conocer el nombre de Dios e introducen a los hombres en la comunión de amor con Dios. Jesús pide, pues, que el anuncio de los discípulos continúe a través de los tiempos; que dicho anuncio reúna a los hombres que, gracias a este anuncio, reconozcan a Dios y a su Enviado, el Hijo Jesucristo. Reza para que los hombres sean llevados a la fe y, mediante la fe, al amor. Pide al Padre que estos creyentes "lo sean en nosotros" (Juan 17, 21); es decir, que vivan en la íntima comunión con Dios y con Jesucristo y que, a partir de este estar en comunión con Dios, se cree la unidad visible. (Benedicto XVI, Homilía en la misa de la Cena del Señor, 01-IV-2010).
No podemos reducir la vida cristiana a una carrera por las virtudes, a menos que esa lucha la haga por la Caridad, por la relación con el Dios Amor. Por ello, la vida de oración es lo fundamental, pero siempre con efectos claros en nuestro obrar, y ahí la importancia de las virtudes. Pienso en la Eucaristía, ¡Qué mejor forma de estar unido a Ti!; y luego hacer Eucaristía toda nuestra vida, todo nuestro obrar. Hacernos sacramento, mostrar a Dios a través de nuestras vidas. Esa es la forma, y a la vez debe ser nuestra preocupación: ¿Cuándo me ven, ven a un verdadero cristiano?. En mi caso creo que no.
Amar, amar, amar. Sólo eso. Y para amar hay que ser manso, paciente, casto, laborioso, generoso, desprendido, humilde, optimista, y alegre. Llevar la alegría a los demás, escuchar a los demás, ayudar a los demás. Pero Cristo no los ha pedido dentro y con su Iglesia, que no dividamos, sino que unamos; y que esto sea visible. Que lo anunciemos con la unidad en la palabra, la fe y la caridad.
(…) ¿Qué es realmente esta vida verdaderamente eterna, a la que la muerte no puede dañar? Hemos escuchado la respuesta de Jesús: Esta es la vida verdadera, que te conozcan a ti, Dios, y a tu enviado, Jesucristo. Para nuestra sorpresa, allí se nos dice que vida es conocimiento. Esto significa, ante todo, que vida es relación. Nadie recibe la vida de sí mismo ni sólo para sí mismo. La recibimos de otro, en la relación con otro. Si es una relación en la verdad y en el amor, un dar y recibir, entonces da plenitud a la vida, la hace bella.
(…) Conocer, según la sagrada escritura, es llegar a ser interiormente una sola cosa con el otro. Conocer a Dios, conocer a Cristo, siempre significa también amarlo, llegar a ser de algún modo una sola cosa con él en virtud del conocer y del amar. Nuestra vida, pues, llega a ser una vida auténtica, verdadera y también eterna, si conocemos a Aquel que es la fuente de la existencia y de la vida. De este modo, la palabra de Jesús se convierte para nosotros en una invitación: seamos amigos de Jesús, intentemos conocerlo cada vez más. Vivamos en diálogo con él. Aprendamos de él la vida recta, seamos sus testigos. Entonces seremos personas que aman y actúan de modo justo. Entonces viviremos de verdad.
(…) El Señor pide la Iglesia al Padre. Ella nace de la oración de Jesús y mediante el anuncio de los apóstoles, que dan a conocer el nombre de Dios e introducen a los hombres en la comunión de amor con Dios. Jesús pide, pues, que el anuncio de los discípulos continúe a través de los tiempos; que dicho anuncio reúna a los hombres que, gracias a este anuncio, reconozcan a Dios y a su Enviado, el Hijo Jesucristo. Reza para que los hombres sean llevados a la fe y, mediante la fe, al amor. Pide al Padre que estos creyentes "lo sean en nosotros" (Juan 17, 21); es decir, que vivan en la íntima comunión con Dios y con Jesucristo y que, a partir de este estar en comunión con Dios, se cree la unidad visible. (Benedicto XVI, Homilía en la misa de la Cena del Señor, 01-IV-2010).
No podemos reducir la vida cristiana a una carrera por las virtudes, a menos que esa lucha la haga por la Caridad, por la relación con el Dios Amor. Por ello, la vida de oración es lo fundamental, pero siempre con efectos claros en nuestro obrar, y ahí la importancia de las virtudes. Pienso en la Eucaristía, ¡Qué mejor forma de estar unido a Ti!; y luego hacer Eucaristía toda nuestra vida, todo nuestro obrar. Hacernos sacramento, mostrar a Dios a través de nuestras vidas. Esa es la forma, y a la vez debe ser nuestra preocupación: ¿Cuándo me ven, ven a un verdadero cristiano?. En mi caso creo que no.
Amar, amar, amar. Sólo eso. Y para amar hay que ser manso, paciente, casto, laborioso, generoso, desprendido, humilde, optimista, y alegre. Llevar la alegría a los demás, escuchar a los demás, ayudar a los demás. Pero Cristo no los ha pedido dentro y con su Iglesia, que no dividamos, sino que unamos; y que esto sea visible. Que lo anunciemos con la unidad en la palabra, la fe y la caridad.
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