CARACAS, martes, 6 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que han enviado los arzobispos y obispos de Venezuela con motivo del Año Paulino, que comenzará el 28 de junio, convocado por Benedicto XVI.
SAN PABLO, SERVIDOR DE JESUCRISTOY PREDICADOR DEL EVANGELIO (Rm 1,1)
Al Pueblo de Dios que peregrina en Venezuela, Salud y Paz en el Señor Jesús.
1.Por feliz iniciativa del Santo Padre Benedicto XVI, a partir del 29 de junio del presente año, se celebrará en toda la Iglesia Universal el AÑO PAULINO, cuyo objetivo, además de dar a conocer la figura y obra del Apóstol de las Naciones, es invitar a todos los creyentes y hombres de buena voluntad a profundizar en el mensaje que, por inspiración del Espíritu Santo, dejó a la Iglesia. San Pablo escribió algunas cartas a diversas comunidades cristianas y a algunos de sus cooperadores más cercanos, lo cual constituye su principal patrimonio así como un tesoro inconmensurable, a partir del cual la teología, la liturgia, la catequesis y, en general, la acción evangelizadora de la Iglesia se han nutrido en el correr de los siglos.
APOSTOL DE JESUCRISTO
2. Pablo se distinguió en su juventud por ser un fogoso y fiel hebreo. Animado por su vivencia religiosa y considerando que actuaba de acuerdo a la Ley del Antiguo Testamento en una oportunidad solicitó licencias para ir en búsqueda de los seguidores de Cristo en Damasco y apresarlos (cf. Hech 9, 2). En el camino, por la acción del Espíritu Santo, experimentó un decisivo encuentro con Cristo, quien de perseguidor lo convirtió en un Apóstol para propagar, en medio de los gentiles el Evangelio de Jesucristo (cf. Hech 9,3ss). Su conversión marcó su vida: luego de la misma, tuvo un tiempo de discernimiento, interiorización y oración para así profundizar en el misterio de Cristo. Desde su conversión y bautismo, superando miles de dificultades, se convirtió en un decidido Apóstol del Señor, Pastor de comunidades y Testigo del Resucitado. Pablo también se destacó como un misionero que supo vencer cualquier tipo de obstáculo, desde prisiones y naufragios, hasta incomprensiones y críticas, con el objetivo de llevar el anuncio del Evangelio por todas partes.
3. Pablo tomó conciencia de ser APOSTOL DE JESUCRISTO, como lo refleja en algunas de sus Cartas (Rom 1,1). No se trataba sólo de un título, sino de un llamado que definió para siempre su existencia. Como Apóstol, se presentó cual elegido por Dios a quien le había dado una respuesta. Desde esa realidad, asumió dos actitudes importantes e irrenunciables: el compromiso de anunciar el Evangelio del Señor, pero también, y era lo más importante, manifestar que la razón de ser de su vida, desde el momento de su conversión, era Jesucristo el Señor. Todo lo que Pablo hizo y escribió, lo centró en el Señor Jesús, que inspiró su acción, y con el cual logró tener una comunión de vida de manera radical y permanente. Por otra parte, a sus discípulos, así como a los nuevos creyentes que iba consiguiendo para la Iglesia, les invitaba a que imitaran su ejemplo, pues haciéndolo, imitarían a Jesús
4. No dejó pasar ninguna ocasión para anunciar el Evangelio de Jesucristo. Lo hacía precisamente desde su propia experiencia. Así nos lo expresa en la carta a los Gálatas: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (2,20). Para él, Cristo era la fuente de su vida, de su acción apostólica y de la Iglesia a la que supo servir y amar con toda su fuerza. A todos pedía actuar en nombre del Señor, ya que en Él hay que poner toda la esperanza y confianza como creyentes. Anunció con valentía, sin temor a las incomprensiones y rechazos, que la cruz de Cristo es la que nos da la salvación, y que su resurrección es la que nos introduce en el camino de la novedad de vida (cf. Rom 6,4). El Cristo que predicó es el Señor vivo que derriba todo muro de división y convierte a los seres humanos en hombres nuevos (cf. Efes 2,14) Los liberó (cf. Gal 5,1), para que vivan en libertad y dejando las tinieblas llegaran a ser luz en el Señor (cf. Efes 5,8). El centro del mensaje de Pablo es el misterio de Cristo, que ilumina la existencia del cristiano. Sin Él no se puede hacer nada, Él es quien salva a la humanidad y quien nos introduce en la familia de los hijos de Dios.
AY DE MI SI NO EVANGELIZARA
5. Pablo, asumiendo a todo riesgo su condición de Apóstol de Jesucristo, no dudó en ningún momento en evangelizar. Esa fue su vida, como exclama en la carta primera a los Corintios: "Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor 9,16). Pero evangelizar no se reducía sólo a un anuncio teórico de la Palabra de Dios. Pablo asumió muy bien lo que Jesús dejó como testamento a sus discípulos: ir a hacer discípulos a otros, para consagrarlos con el bautismo e introducirlos en el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios. (cf. Mt 28,19-20).
6. Tres son las características de la acción evangelizadora de Pablo: La primera de ellas es el anuncio explícito del evangelio de Jesucristo el cual realizó con mucho convencimiento. No predica por mero oficio, sino por convicción y desde la vivencia personal del misterio de Cristo. En esta línea es necesario tener presente que Pablo tuvo una especial dedicación por formar a sus discípulos y cooperadores, para que fueran también fieles discípulos del Señor y misioneros en las diversas comunidades de la Iglesia naciente y se encargaran de su pastoreo..
7. Una segunda característica es su compromiso por edificar la Iglesia, al crear y consolidar las comunidades eclesiales que estaban a su cargo (cf. 1Tes 1,2ss). Para ello, presentaba a la Iglesia como el Cuerpo de Cristo (Cf. Efes 4,4), donde todos los miembros estaban unidos por la gracia del bautismo y animados por la fuerza del Espíritu Santo. Por eso, también exhorta a sus más cercanos cooperadores a que no sientan temor en cumplir con su ministerio eclesial, pues el Señor no nos ha dado espíritu de timidez (cf. 2Tim 1,7), sino de fortaleza para cumplir con la misión de edificar el reino.
8. La tercera característica del servicio evangelizador de Pablo, es la insistencia en la conversión que implica la fe en Jesucristo. Creer en Jesús exige a los creyentes revestirse de Cristo, a actuar en su nombre y a caminar en la novedad de vida. Para ello, el creyente tiene una gracia particular: la vida en el Espíritu de la cual habla en la carta a los Romanos (cap. 8). Ese Espíritu "nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos al misterio de salvación para que seamos hijos del Padre y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que todos tengan vida en Él" (Doc. Ap. 137).
REAVIVA LA GRACIA RECIBIDA
9. A su discípulo Timoteo, Pablo le pide reavivar continuamente la gracia recibida por la imposición de las manos (cf. 2Tim 1,6). Si bien, Pablo se refiere al ministerio ejercido por su discípulo, esta invitación se nos hace de manera permanente a nosotros. La gracia del bautismo, vivida a través de los carismas y ministerios propios de cada bautizado, debe estar siempre presente y activa en cada uno de nosotros. Por eso, además de las variadas acciones evangelizadoras de la Iglesia, el Año Paulino nos sale al encuentro como un motivo para fortalecer la gracia recibida de parte de Dios.
10. En sintonía con lo que nos proponen la Iglesia Universal y, en nuestra nación, el Concilio Plenario de Venezuela, este tiempo es un momento oportuno para reafirmar nuestra pertenencia a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Para ello, hemos de reforzar nuestra opción de seguimiento a Jesucristo, el Señor. En este sentido, las palabras de Pablo a Timoteo son un indicativo de lo que hemos de hacer: Acuérdate de Jesucristo... resucitado de entre los muertos, si con Él morimos, viviremos... y tendremos parte en su reino con Él (2Tim 2,8.11.12.). Nuestra existencia cristiana debe ser un reflejo de la gloria de Dios; por tanto, la comunión con el Señor Jesús, se debe mantener y manifestar de manera continua.
11. El Año Paulino nos permitirá, a través de diversas actividades eclesiales, así como de iniciativas comunitarias y personales, conocer mejor la obra y enseñanza de San Pablo.
Recomendamos vivamente a los agentes de pastoral, particularmente a los párrocos, catequistas y religiosos a promover la lectura y estudios de sus Cartas, que no sólo servirá para enriquecer nuestra fe, sino también para favorecer el testimonio de vida de hijos de la luz (cf. Ef. 5,8), con el cual manifestamos a tiempo y destiempo el Evangelio de Jesús y nuestra adhesión a su Persona.
12. Invitamos a los párrocos, a los responsables de los Seminarios, de las Universidades Católicas y de los Institutos Superiores de la Iglesia, a los directivos de los Movimientos de Apostolado Seglar y demás agentes de pastoral a organizar jornadas de estudio sobre la vida y obra de San Pablo, la lectura orante de sus Cartas y todas aquellas actividades que favorezcan la difusión y conocimiento de lo que Pablo nos ha dejado como herencia especial con sus escritos y testimonio. Animamos, de manera muy especial a todos los agentes de pastoral a imitar el ardor apostólico de Pablo y a contagiarlo en medio de todos los fieles y hombres de buena voluntad.
13. Anhelamos que este Año Paulino, sea un tiempo propicio para que las diversas comunidades, organismos e instancias eclesiales confirmen su fe, en el amor y en la esperanza que nos vienen del Señor Jesús. Es conveniente que en cada Diócesis y en las diversas comunidades eclesiales se organice la apertura de este Año Paulino con una celebración eucarística en fecha cercana al 29 de junio.
14. Gracias a la enseñanza de Pablo, las primeras comunidades fueron creciendo en el amor de Dios. La Iglesia, a lo largo de los siglos de su historia, ha recibido y se ha enriquecido con la herencia del Apóstol Pablo. Hoy, con los desafíos de la Nueva Evangelización, el Apóstol de las Naciones nos vuelve a hacer la invitación que siempre hizo a sus comunidades: centrar nuestra fe en Jesús, actuar en su nombre, proclamar su Evangelio, con la firme convicción que el mismo Pablo tenía cuando confesó por Él, yo soy lo que soy (1 Cor. 15,10).
16. Saludamos con afecto a todos los miembros de la Iglesia, a los hombres de buena voluntad y a los Institutos religiosos de carisma paulino. Que la intercesión de Pablo, Apóstol de Jesucristo, la bendición de María, Madre de Dios y la gracia del Señor nos acompañen en todo momento.
Caracas, 24 de abril del año 2008.
Firman los Arzobispos y Obispos de Venezuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario