miércoles, 16 de abril de 2008

Entrevista concedida por Benedicto XVI en el vuelo a los Estados Unidos

Entrevista concedida por Benedicto XVI en el vuelo a los Estados Unidos

Transcripción íntegra

A BORDO DEL VUELO PAPAL, miércoles, 16 abril 2008 (ZENIT.org).- Ofrecemos la entrevista que el martes concedió Benedicto XVI a los periodistas durante el vuelo de Roma a Washington, primer desplazamiento de su octavo viaje internacional. Se trata de la transcripción íntegra [en italiano, salvo en la parte indicada en inglés] que la Sala de Prensa de la Santa Sede -de la que es director el padre Federico Lombardi-- ha difundido este miércoles.

* * *

P. Lombardi: Santidad, ¡bienvenido! En nombre de todos los colegas aquí presentes le doy las gracias por su amabilísima disponibilidad para venir a saludarnos y también a darnos algunas indicaciones e ideas para seguir este viaje. Es su segundo viaje intercontinental; el primero como Santo Padre a América, a los Estados Unidos y a las Naciones Unidas. Un viaje importante y muy esperado. Para empezar, ¿desea decirnos algo sobre sus sentimientos, las esperanzas con las que afronta este viaje y cuál es su objetivo fundamental, desde su punto de vista?

Benedicto XVI: Mi viaje tiene sobre todo dos objetivos. El primer objetivo es la visita a la Iglesia en América, en los Estados Unidos. Existe un motivo particular: la diócesis de Baltimore, hace 200 años, fue elevada a metropolía y a la vez nacieron otras cuatro diócesis: Nueva York, Filadelfia, Boston y Louisville. De manera que se trata de un gran jubileo para este núcleo de la Iglesia en los Estados Unidos, un momento de reflexión sobre el pasado y sobre todo de reflexión sobre el futuro, sobre cómo responder a los grandes desafíos de nuestro tiempo, en el presente y con vista al futuro. Y naturalmente, forma parte de esta visita también el encuentro interreligioso y el encuentro ecuménico, particularmente también un encuentro en la Sinagoga con nuestros amigos judíos, en la víspera de su fiesta de Pascua. Por lo tanto, éste es el aspecto religioso-pastoral de la Iglesia en los Estados Unidos en este momento de nuestra historia, y el encuentro con todos los demás en esta fraternidad común que nos vincula en una responsabilidad común. Desearía en este momento igualmente dar las gracias al presidente Bush, quien vendrá al aeropuerto, me reservará mucho tiempo para coloquios y me recibirá con ocasión de mi cumpleaños. Segundo objetivo, la visita a las Naciones Unidas. También aquí hay un motivo particular: han pasado 60 años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Ésta es la base antropológica, la filosofía fundante de las Naciones Unidas, el fundamento humano y espiritual sobre el que están construidas. Por lo tanto es realmente un momento de reflexión, un momento de volver a tomar conciencia de esta etapa importante de la historia. En la Declaración de los Derechos del Hombre han confluido varias tradiciones culturales, sobre todo una antropología que reconoce en el Hombre un sujeto de derecho precedente a todas las Instituciones, con valores comunes que hay que respetar por parte de todos. Por lo tanto esta visita, que tiene lugar precisamente en un momento de crisis de valores, me parece importante para reconfirmar a la vez que todo emperezó en ese momento y para recuperarlo para nuestro futuro.

P. Lombardi: Pasemos ahora a las preguntas que habéis presentado estos días y que algunos plantearéis al Santo Padre. Empecemos con la pregunta que hace John Allen, quien no creo que necesite presentación porque es muy conocido como comentarista de los temas vaticanos en los Estados Unidos.

Pregunta: Santo Padre, le hago la pregunta en inglés, si me permite, y tal vez, si fuera posible, si pudiéramos tener una frase, una palabra en inglés, le estaríamos muy agradecidos. La pregunta: la Iglesia que encontrará en los Estados Unidos es una Iglesia grande, una Iglesia viva, pero también una Iglesia que sufre, en cierto sentido, sobre todo a causa de la reciente crisis debida a los abusos sexuales. El pueblo americano está esperando una palabra de usted, un mensaje suyo sobre esta crisis. ¿Cuál será su mensaje para esta Iglesia sufriente?

Benedicto XVI: [en inglés] Es un gran sufrimiento para la Iglesia en los Estados Unidos y para la Iglesia en general, y para mí personalmente, el hecho de que esto ocurriera. Si leo los relatos de tales sucesos, me resulta difícil comprender cómo fue posible que algunos sacerdotes fracasaran de esta forma en la misión de llevar alivio, de llevar el amor de Dios a estos niños. Estoy avergonzado y haremos todo lo posible para asegurar que esto no se repita en el futuro. Creo que tendremos que actuar en tres planos: el primero es el plano de la justicia y el plano político. No hablaré en este momento de homosexualidad: éste es otro tema. Excluiremos rigurosamente a los pedófilos del sagrado ministerio: es absolutamente incompatible y quien es verdaderamente culpable de ser pedófilo no puede ser sacerdote. En este primer nivel podemos hacer justicia y ayudar a las víctimas, porque están profundamente afectadas. Estos son los dos aspectos de la justicia: uno es que los pedófilos no pueden ser sacerdotes y el otro es ayudar en toda manera posible a las víctimas. Después está el plano pastoral. Las víctimas necesitarán sanación, ayuda, asistencia y reconciliación. Se trata de un gran compromiso pastoral y sé que los obispos y los sacerdotes y todos los católicos en los Estados Unidos harán lo posible por ayudar, asistir, curar. Hemos realizado inspecciones en los seminarios y haremos cuanto sea posible para que los seminaristas reciban una profunda formación espiritual, humana e intelectual. Sólo personas sanas pueden ser admitidas al sacerdocio y sólo personas con una profunda vida personal en Cristo y que tengan también una profunda vida sacramental. Sé que los obispos y los rectores de los seminarios harán lo posible por ejercer un discernimiento muy, muy severo, porque es más importante tener buenos sacerdotes que tener muchos. Éste es nuestro tercer punto, y esperamos poder hacer, y haber hecho, y hacer en el futuro todo cuanto esté en nuestra mano para curar estas heridas.

P. Lombardi: Gracias, Santidad. Otro de los temas sobre los que hemos tenido muchas preguntas de parte de nuestros colegas es el de la inmigración, la presencia en la sociedad estadounidense también de miembros de lengua española. Y por esto la pregunta la realizará nuestro colega Andrés Leonardo Beltramo Álvarez, que es de la agencia de información de México.

Pregunta: Santidad, hago la pregunta en italiano y después, si usted lo desea, puede hacer el comentario en español. Un saludo, sólo un saludo. Hay un crecimiento enorme de la presencia hispánica también en la Iglesia en los Estados Unidos en general: la comunidad católica se hace cada vez más bilingüe y cada vez más bi-cultural. Al mismo tiempo, existe en la sociedad un creciente movimiento anti-inmigración: la situación de los inmigrantes se caracteriza por formas de precariedad y discriminación. ¿Tiene usted intención de hablar de este problema y de invitar a América a acoger bien a los inmigrantes, muchos de los cuales son católicos?

Benedicto XVI: No puedo hablar en español, pero mis saludos y mi bendición para todos los hispánicos [sic]. Ciertamente tocaré este punto. He recibido varias visitas «ad Limina» de los obispos de América Central, también de América del sur, y he visto la amplitud de este problema, sobre todo el grave problema de la separación de las familias. Y esto verdaderamente es peligroso para el tejido social, moral y humano de estos países. Sin embargo hay que diferenciar entre medidas que hay que adoptar enseguida y soluciones a largo plazo. La solución fundamental es que ya no exista necesidad de emigrar porque haya en la propia patria suficientes puestos de trabajo, un tejido social suficiente, de manera que nadie tenga ya que emigrar. Por lo tanto debemos trabajar todos por este objetivo, por un desarrollo social que consienta ofrecer a los ciudadanos trabajo y un futuro en la tierra de origen. Y también sobre este punto desearía hablar con el presidente, porque sobre todo los Estados Unidos deben ayudar a fin de que los países se puedan así desarrollar. Está en el interés de todos, no sólo de estos países, sino del mundo y también de los Estados Unidos. Además, medidas a corto plazo: es muy importante ayudar sobre todo a las familias. A la luz de las conversaciones que he mantenido con los obispos, el principal problema es que las familias estén protegidas, que no se destruyan. Cuanto se pueda hacer, se debe hacer. Asimismo, naturalmente, hay que hacer lo posible contra la precariedad y contra todas las violencias, y ayudar para que puedan tener realmente una vida digna allí donde se encuentren actualmente. Desearía asimismo decir que existen muchos problemas, muchos sufrimientos, ¡pero hay también mucha hospitalidad! Sé que sobre todo la Conferencia Episcopal Americana colabora muchísimo con las Conferencias Episcopales de América Latina en vista de las ayudas necesarias. Con todas las cosas dolorosas, no olvidemos también tanta verdadera humanidad, tantas acciones positivas que igualmente existen.

P. Lombardi: Gracias, Santidad. Ahora una pregunta que se refiere a la sociedad americana: exactamente al puesto de los valores religiosos en la sociedad americana. Damos la palabra a nuestro colega Andrea Tornielli, que es vaticanista de un diario italiano:

Benedicto XVI: Santo Padre, cuando recibió a la nueva embajadora de los Estados Unidos ante la Santa Sede, [la diplomática] evidenció como valor positivo el reconocimiento público de la religión en los Estados Unidos. Desearía preguntarle si lo considera como un posible modelo también para la Europa secularizada, o si cree que puede existir también el riesgo de que la religión y el nombre de Dios puedan utilizarse para aprobar ciertas políticas y hasta la guerra...
Papa: Ciertamente en Europa no podemos sencillamente copiar a los Estados Unidos: tenemos nuestra historia. Pero todos debemos aprender unos de otros. Lo que encuentro fascinante en los Estados Unidos es que comenzaron con un concepto positivo de laicidad, porque este nuevo pueblo estaba formado por comunidades y personas que habían huido de las Iglesias de Estado y querían tener un Estado laico, secular, que abriera posibilidades a todas las confesiones, para todas las formas de ejercicio religioso. Así nació un Estado intencionalmente laico: eran contrarios a una Iglesia de Estado. Pero laico debía ser el Estado precisamente por amor a la religión en su autenticidad, que puede vivirse sólo libremente. Y así encontramos este conjunto de un Estado intencional y decididamente laico, pero precisamente por una voluntad religiosa, para dar autenticidad a la religión. Y sabemos que Alexis de Tocqueville, estudiando América, vio que las instituciones laicas viven con un consenso moral de hecho que existe entre los ciudadanos. Esto me parece un modelo fundamental y positivo. Hay que considerar que en Europa, entretanto, han pasado doscientos años, más de doscientos años, con muchos desarrollos. Ahora existe también en los Estados Unidos el asalto de un nuevo secularismo, del todo diverso, y por lo tanto antes los problemas eran la inmigración, pero la situación se ha complicado y diferenciado en el curso de la historia. Pero el fundamento, el m
odelo fundamental, me parece igualmente hoy digno de tenerlo presente también en Europa.

P. Lombardi: Gracias, Santidad. Y ahora un último tema relativo a su visita a las Naciones Unidas, y sobre esto la pregunta le corresponde a John Thavis, que es el responsable en Roma de la agencia católica de noticias de los Estados Unidos.

Pregunta: Santo Padre, se considera con frecuencia al Papa como la conciencia de la humanidad, y también por esto su discurso en las Naciones Unidas es muy esperado. Desearía preguntar: ¿considera usted que una institución multilateral como las Naciones Unidas puede salvaguardar los principios tenidos como «no negociables» por la Iglesia católica, esto es, los principios fundados en la ley natural?

Benedicto XVI: Es precisamente el objetivo de las Naciones Unidas: que salvaguarden los valores comunes de la humanidad, sobre los cuales se basa la convivencia pacífica de las Naciones: la observancia de la justicia y el desarrollo de la justicia. Ya he mencionado brevemente que me parece muy importante que el fundamento de las Naciones Unidas sea precisamente la idea de los derechos humanos, de los derechos que expresan valores no negociables, que preceden todas las instituciones y son el fundamento de todas las instituciones. Y es importante que exista esta convergencia entre las culturas que han encontrado un consenso sobre el hecho de que estos valores son fundamentales, que están inscritos en el propio ser Humano. Renovar esta conciencia de que las Naciones Unidas, con su función pacificadora, pueden trabajar sólo si tienen el fundamento común de los valores que se expresan después en «derechos» que deben ser observados por todos. Confirmar esta concepción fundamental y actualizarla en lo posible es un objetivo de mi misión.

Finalmente, dado que al principio el padre Lombardi me había planteado una pregunta sobre mis sentimientos, desearía decir: ¡voy a los Estados Unidos con alegría! He estado anteriormente varias veces en los Estados Unidos, conozco este gran país, conozco la gran vivacidad de la Iglesia a pesar de todos los problemas, y estoy contento de poder encontrar, en este momento histórico tanto para la Iglesia como para las Naciones Unidas, a este gran pueblo y a esta gran Iglesia. ¡Gracias a todos!

P. Lombardi: Gracias a usted, Santidad, de parte de todos nosotros. Renovamos verdaderamente el deseo para este viaje: que pueda tener todos los frutos que usted espera y que también todos nosotros, junto a usted, aguardamos. ¡Gracias y buen viaje!
[Traducción por Marta Lago]

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