Autor: Carlos Balladares
Pulicado en la edición impresa de: La Religión el 23 de septiembre de 1997.
Prioridades del Sacerdocio
Escrito el 12 de agosto de 1997.
Los sacerdotes, en
momentos de ceguera y sordera social, realizan el papel de la voz que clama en el desierto (Mt. 3,4), como Juan el Bautista.
Ciertamente, el "cura" debe alertar ante las consecuencias del pecado
en lo que se refiere a las injusticias y a la violación de la dignidad de la
persona humana, pero no puede abandonar su actividad fundamental, primero como
cristiano ("llamado a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección
de la caridad" LG 40), y segundo como cura de almas.
Los Párrocos y
Obispos que toman partido por una candidatura determinada ofrecen un triste
espectáculo. Sacerdotes que abandonan su tarea fundamental: el cuidado
espiritual de los fieles, por dedicarse a la retórica y al proselitismo
político, es una falta lamentable. ¿Por qué sucede esto? -nos preguntamos-, la
respuesta se encuentra en la pérdida de la virtud del orden, del orden de los
valores y las prioridades que rigen nuestra conducta diaria. Hablo en plural
(rigen), porque esta pérdida de una jerraquía de valores se da en el hombre del
mundo contemporáneo, por lo cual todos somos víctimas de este fenómeno.
Todo cristiano debe
tener el siguiente orden de prioridades en lo relacionado a su conducta: oración, mortificación y acción
(J.E.B., Camino, N 82). Oración:
diálogo diario, trato constante con nuestro creador, con nuestro Padre
celestial; mortificación: llevar
nuestra cruz diaria, que no es más que negar nuestro amor propio; acción: toda labor que realizamos
libremente por el bien de los hombres y
el bien particular. Al sacerdote se le suman las siguientes prioridades:
administrar los sacramentos, formación y cuidado espiritual de sus fieles,
promoción de la actividad social y política desde una perspectiva cristiana y,
por último, la denuncia de las faltas a la ética.
El sacerdote debe
lograr el cambio social al colaborar con la santificación de los hombres, debe
comprender que el origen de toda injusticia está en el pecado y que éste logra
ser arrancado del alma por medio de la práctica de los sacramentos.
Lamentablemente, parte del clero parece no creer en esto, un ejemplo de ello es
el poco tiempo que le dedican a la Confesión, debido a que muchos sacerdotes no
les gusta sentarse en un confesionario y pasar un buen rato en ese sitio. La
respuesta, o el justificativo, es que el Párroco se encuentra muy ocupado en
labores administrativas o por su asistencia a las reuniones de vecinos y demás
grupos. No considero que estas funciones burocráticas sean dejadas de lado,
pero sí creo que el Párroco debe saber solicitar y obtener la ayuda de los
laicos con el fin de liberarlo de dicha tarea y facilitarle su acción pastoral.
Estoy seguro que un
sacerdote que posea este orden de prioridades será escuchado con mayor
atención, de la manera que es escuchada toda persona que cumpla su trabajo con
esmero y organización. Todo Párroco debe esforzarse porque los miembros de su
Iglesia local sean cada día mejores cristianos, motivándolos a cambiar, a
cristianizar las estructuras temporales. Tengo la firme creencia de que es esta
la manera en que el clero colabora en la construcción de la Civilización del
Amor.
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