Autor: Carlos Balladares
Pulicado en la edición impresa de: La Religión el 23 de septiembre de 1997.
Hoy sí Señor estoy cumpliendo mi plan para vacaciones, algo me he distraído, pero estoy leyendo, estoy formándome en estos tiempos de descanso para después en septiembre cuando todo comience estar más preparado. He pensado mucho, en medio del estudio, en el Santo Cura de Ars: Juan Vianey (1776-1859) al ser hoy su día, y más aún por ser ejemplo de cómo la oración y el sacrificio pueden cambiar situaciones en las que domina la maldad. Señor ayúdame a ser como él, confiando sólo en Ti y no en mis poquísimos conocimientos y habilidades.
El cura de Ars se llama así porque le dedicó al pueblito de Ars en Francia toda su vida, haciendo de este un lugar distinto al que era cuando lo designaron como párroco. Yo no sabía nada de este santo hasta que mis amigos del Opus - hace ya diez años - me hablaron de él como una persona de poca inteligencia pero que fue un instrumento de Dios para la santificación de mucha gente, es decir: el curita nos sirve de inspiración para luchar por ser santos a pesar de los muchos defectos que tengamos, a pesar de que no tengamos la aptitud (las habilidades, virtudes y condiciones) para ayudar a los demás tanto en lo espiritual como en lo material. Podría decirse que la historia San Juan Vianey es la historia de la “multiplicación de los panes” del Evangelio del domingo pasado pero en el mero plano espiritual. Este santo también es modelo de lo que deben ser los sacerdotes, los párrocos: ser almas de oración y jamás descuidar la misa y sobretodo LA CONFESIÓN. La cura de almas por medio de este sacramento era el don más grande que tenía, confesaba entre 12 y 16 horas diarias porque su fama era tal que la gente hacía cola para hablar con él, e incluso fijaban citas para ser atendidos en varios días. Imagino un pueblito francés de tan solo 400 habitantes recibiendo miles de personas para sólo estar unos minutos con un curita que fue sacerdote de milagro, ya que no pasaba sus exámenes para ordenarse. Muchas veces al pensar en la confesión pienso a la vez como hoy las consultas con los psiquiatras han crecido en los países desarrollados y también en los no tan desarrollados...me digo: ¿por qué no hablan con un cura bueno? Es gratis y seguro que encontrarán la paz, y de ser católicos saben bien que se gana mucho más que la tranquilidad mental, se gana la conciencia, se gana el cielo.
Desde el domingo 31 de julio me propuse comentar el Evangelio dominical con el fin de hacer vida lo me propone Jesús cada domingo. Aquí va un tanto retrasado.
Domingo XVIII del T. O. (31 de julio de 2005)
Mateo (14,13-21)En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá». Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sino contar mujeres y niños.
Hoy en el Evangelio del día (Mateo14,13-21) se nos narra la multiplicación de los panes, el cual es el milagro que he visto con mayor frecuencia en mi vida como cristiano, y en la vida de muchos cristianos que he tenido la suerte de conocer. Es el milagro de cómo la disposición a resolver el problema de las carencias, se soluciona de manera misteriosa cuando ponemos de nuestra parte haciendo amorosos sacrificios. Es la esencia del cristianismo condensado en un pasaje de la vida de Jesús: Dios se preocupa por nuestras necesidades vitales (salud, comida, ropa, vivienda, familia) y las satisface siempre y cuando estemos dispuestos a sacrificar nuestro esfuerzo (el trabajo) por los demás (solidaridad) imitándolo a él que es Amor. Me gusta ver a Jesús preocupado por lo terrenal: las necesidades del hombre, me recuerda constantemente que la religión no es sólo mirar al Cielo, es un mirar al Cielo en medio de la Tierra, se podría decir que es un llegar a lo Eterno a través de nuestra vida en el Tiempo. Este pasaje me hace pensar en la preocupación del cristiano por la justicia, la cual sólo se puede resolver por la CARIDAD, nunca por la venganza, por el rencor, por el robo, por la violencia. El cristiano no es una persona que mira el cielo despreocupada de lo que pasa en al tierra, el cristiano no puede ver las injusticias en especial las relativas a las necesidades más vitales como la alimentación y quedarse en silencio y de brazos cruzadas. El cristiano es una mujer y es un hombre de acción, en especial la acción que busca la justicia calmando el hambre y resolviendo las causas del hambre. Es por ello que el cristiano no puede ser indiferente a la política, y mucho menos cuando esta se ha vaciado de moralidad y más aún de caridad.
Al caminar por mi ciudad (la Caracas del 2005) todos los días me topo con un ejército de mendigos que cada día crecen y crecen...me angustio...y recuerdo el Evangelio de hoy cuando Jesús les dice a sus apóstoles: «¡Dadles vosotros de comer!». Mi mano así entra al bolsillo muchas veces en busca de dinero, o compro algo y les doy de comer, pero Señor son tantos...y yo también soy pobre: «¡No tenemos más que cinco panes y dos peces!», pero Dios vuelve a hacer el milagro hoy, la sonrisa que me regala el mendigo al saciar su hambre es esa misteriosa multiplicación de los panes, y no lo vemos pero cuando esa comida es guardada por el necesitado y llevada a otros como él que tienen hambre ¿acaso no se repetirá el milagro otra vez y muchos quedarán satisfechos?, y en nuestras vidas...¿acaso lo que sacrificamos por el que nos pide no se multiplica luego en nuestro trabajo, en nuestras casas; en el momento que pedimos salud, logros, y amor?. Es en ese momento que se multiplican los panes de nuestra caridad.
Hoy conmemoramos el día de San Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús, la cual ha dado tantos frutos de evangelización y conversión por medio de la palabra, el ejemplo, y la promoción y lucha por la justicia. En lo personal tengo un cariño especial por los jesuitas al trabajar como profesor en la Universidad Católica Andrés Bello y poseer muchos amigos dentro de la Compañía, pero en especial por compartir y vivir la espiritualidad ignaciana que se podría traducir en la forma en que han evangelizado y siguen evangelizando hoy en día que no es más que “exaltar la gloria de Dios en la gloria del hombre. Buscan a los hombres en su infinita diversidad (seres, grupos, culturas, etnias, etc). Han buscado ser “todo en todos” (LACOUTURE. Jean. 1991. Jesuitas).
Los Jesuitas han sido muy marianos como toda la Iglesia que se fortaleció en la oración y la eucaristía junto a María: la Madre de Dios, de Cristo, Nuestra Madre. Ella fue la que impulsó a Nuestro Señor a hacer su primer milagro y fue un milagro que satisfacía una necesidad vital, pero no eran panes los que se multiplicaron esa vez, sino el vino para celebrar las bodas de Canaan y lograr así poder saciar nuestra sed de celebración, de alegría y de fiesta por la creación de una nueva familia. Pidámosle a la Virgen que siga moviéndonos a celebrar, a rezar, a seguir a su Hijo. Amén.