martes, 18 de agosto de 2009

Una lectura liberal de la “Caritas in veritates”

Autor: Carlos Balladares Castillo

Hace poco más de un mes, Benedicto XVI nos entregó su última Encíclica: Caritas in veritate. Al leerla creemos identificar, ciertos elementos a favor de un capitalismo moralizante o solidario, por lo que nuestra interpretación puede llamarse: “una lectura liberal”. Hemos tenido el suficiente cuidado de no tergiversar las palabras del Papa, o usarlas a favor esta perspectiva.

El texto realiza una revisión, a la luz del avance de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y de los hechos ocurridos en los últimos 40 años (la globalización), de los postulados de la Encíclica de Pablo VI Populorum progressio (los cuales se centraron en el problema del desarrollo de las sociedades). Resalta la necesaria “convergencia entre ciencia económica y valoración moral Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos” (Nª 32). En su texto no ataca el desarrollo capitalista, al contrario, lo valora; pero señala que el mismo no puede estar separado de la moral. En este sentido, la globalización no es satanizada sino aplaudida como extensión del desarrollo a todos los países, aunque sin dejar de identificar sus problemas. Ante estos, plantea algunas soluciones generales, tales como el recordatorio de las metas últimas de toda la economía y la política: la dignidad de la persona humana, la búsqueda del bien común, la solidaridad en la caridad, y el principio de subsidiariedad.

La caridad en la verdad, porque Benedicto XVI sostiene que el verdadero desarrollo es el que se centra en Cristo y en su mensaje. El desarrollo, a pesar de ser una intricada realidad socioeconómica y política, debe inspirarse en las verdades últimas. Todo nuestro actuar debe ser la verdad que es caridad; lo cual, a pesar de nuestra diversidad cultural y de opiniones, e incluso de valores; es lo común a todos los humanos. El desarrollo es pasar de las "condiciones menos humanas a condiciones más humanas", pero ¿Cómo? Responde el Papa: con la caridad, y "relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad" (N° 9). El desarrollo humanizador se lograr con "libertad responsable", nunca con la COACCIÓN POR PARTE DEL ESTADO, "Sólo si es libre, el desarrollo puede ser integralmente humano" (N° 17).

El desarrollo no se limita a lo material, y la Iglesia nos enseña y ayuda en la comprensión que el ser humano debe tender a "las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal exige." El cristiano y en general el ser humano, no puede limitarse a lo material. Por otro lado, se debe tener claro que el centro del desarrollo no está en las instituciones sino en la persona LIBRE, RESPONSABLE Y SOLIDARIA.

El progreso y el desarrollo no puede separarse de la ética, "porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre" (N° 16). Es por esto que se deben rechazar de las actitudes parciales en nuestras visiones desde el cristianismo: algunos sólo con los pobres, otros quitándole importancia al tema de la pobreza, por sólo decir un ejemplo. Ser misionero, ser evangelizador, hacer apostolado, es SIEMPRE preocupación por el desarrollo, pero nunca SOLO POR EL DESARROLLO.

En lo relativo a la solución de la pobreza, plantea cuatro aspectos fundamentales: 1) Solidaridad con planes de financiamiento (no hablamos de regalar dinero, sino de apoyar con financiamiento); 2) Este financiamiento no significa asistencialismo porque los pobres deben resolver sus problemas; 3) La meta es "producir un verdadero crecimiento económico"; 4) Los países ricos deben estar conscientes que el desarrollo de los pobres permitirá "sostener su capacidad productiva" (N° 27). La lucha contra la pobreza es la lucha por el mejor funcionamiento de la economía (N° 32), es un mito que el mercado y el capitalismo son generadores de pobreza por si mismos (N° 35).

La solidaridad y el principio de subsidiariedad deben complementarse, lo cual se logra cuando el que otorga la ayuda como el que la recibe actúan libremente. El que la recibe (el pobre) puede y debe decidir los niveles de apoyo y no el que ofrece la ayuda, por lo general el Estado. Esto se observa en los siguientes condiciones de la subsidiariedad: 1) "Sin duda, el principio de subsidiaridad
es expresión de la inalienable libertad humana."; 2) "Dicha ayuda se ofrece", por tanto no se impone; 3) "implicando siempre una finalidad emancipadora"; 4) "favorece la libertad y la participación a la hora de asumir responsabilidades"; 5) "respeta la dignidad de la persona"; 6) "es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista"; 7) "la pluralidad de los sujetos, como de su coordinación".
Por todo esto: la decisión de recibir la ayuda la asume el afectado, y esta ayuda no debe implicar la destrucción de la libertad de los demás. No es una decisión colectivista, sino que afecta a los particulares, a personas específicas (N° 57).

En lo relativo a una posible propuesta estatista, en la idea de "verdadera autoridad política mundial"; esta parece diluirse al hablar también de "arquitectura económica y financiera internacional", lo cual no necesariamente plantea un gobierno mundial sino unas normas claras sobre nuestro mundo globalizado.

No es una lectura fácil, existen propuestas que me generan dudas y que podrían permitir interpretaciones desde perspectivas estatizantes. A pesar de ello, el Papa nos ha mostrado que debemos luchar por el desarrollo y la superación de la pobreza inspirados y atentos a la verdad.

lunes, 17 de agosto de 2009

¿Era Jesús un revolucionario?

Leamos el RAE:
revolucionario, ria.
1. adj. Perteneciente o relativo a la revolución.
2. adj. Partidario de la revolución. U. m. c. s.
3. adj. Alborotador, turbulento. U. t. c. s.+
revolución.
(Del
lat. revolutĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de revolver o revolverse.
2. f. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación.
3. f. Inquietud, alboroto, sedición.
4. f. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.
5. f. Astr. Movimiento de un astro a lo largo de una órbita completa.
6. f. Geom. Rotación de una figura alrededor de un eje, que configura un sólido o una superficie.
7. f. Mec. Giro o vuelta que da una pieza sobre su eje.
A la luz de las definiciones, podemos replantear la pregunta: ¿Era Jesús una persona que cambiaba sus principios? ¿Estaba contra todo lo que fuera ser conservador, ortodoxo e inmovilista?.
Para una primera aproximación, sólo diré que los Evangelios nos muestran una persona que estaba contra muchas instituciones y la mentalidad estancada de los fariseos, pero a la vez tenía principios en los que era intransigente.

jueves, 13 de agosto de 2009

La técnica junto a la moral. Extractos y comentarios a la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI (XXI)

Mi selección (lo que considero más importante):
70. El desarrollo tecnológico puede alentar la idea de la autosuficiencia de la técnica, cuando el hombre se pregunta sólo por el cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar. Por eso, la técnica tiene un rostro ambiguo. Nacida de la creatividad humana como instrumento de la libertad de la persona, puede entenderse como elemento de una libertad absoluta, que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas. El proceso de globalización podría sustituir las ideologías por la técnica[152], transformándose ella misma en un poder ideológico, que expondría a la humanidad al riesgo de encontrarse encerrada dentro de un a priori del cual no podría salir para encontrar el ser y la verdad. En ese caso, cada uno de nosotros conocería, evaluaría y decidiría los aspectos de su vida desde un horizonte cultural tecnocrático, al que perteneceríamos estructuralmente, sin poder encontrar jamás un sentido que no sea producido por nosotros mismos. Esta visión refuerza mucho hoy la mentalidad tecnicista, que hace coincidir la verdad con lo factible. Pero cuando el único criterio de verdad es la eficiencia y la utilidad, se niega automáticamente el desarrollo. En efecto, el verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona considerada en la globalidad de su ser.
71. Esta posible desviación de la mentalidad técnica de su originario cauce humanista se muestra hoy de manera evidente en la tecnificación del desarrollo y de la paz. El desarrollo de los pueblos es considerado con frecuencia como un problema de ingeniería financiera, de apertura de mercados, de bajadas de impuestos, de inversiones productivas, de reformas institucionales, en definitiva como una cuestión exclusivamente técnica. Sin duda, todos estos ámbitos tienen un papel muy importante, pero deberíamos preguntarnos por qué las decisiones de tipo técnico han funcionado hasta ahora sólo en parte. La causa es mucho más profunda. El desarrollo nunca estará plenamente garantizado plenamente por fuerzas que en gran medida son automáticas e impersonales, ya provengan de las leyes de mercado o de políticas de carácter internacional. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. Así, bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios, mientras que la situación real de las poblaciones que viven bajo y casi siempre al margen de estos flujos, permanece inalterada, sin posibilidades reales de emancipación.
73. (...) Al igual que ocurre con la correcta gestión de la globalización y el desarrollo, el sentido y la finalidad de los medios de comunicación debe buscarse en su fundamento antropológico. Esto quiere decir que pueden ser ocasión de humanización no sólo cuando, gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales. El mero hecho de que los medios de comunicación social multipliquen las posibilidades de interconexión y de circulación de ideas, no favorece la libertad ni globaliza el desarrollo y la democracia para todos. Para alcanzar estos objetivos se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural.
75. (...) Mientras los pobres del mundo siguen llamando a la puerta de la opulencia, el mundo rico corre el riesgo de no escuchar ya estos golpes a su puerta, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano.
76. (...) No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo.
78. (...) La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano,[157] que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios. La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano.

miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Requiere la globalización un "gobierno mundial"?. Extractos y comentarios a la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI (XX)

Mi selección (lo que considero más importante):
66. La interrelación mundial ha hecho surgir un nuevo poder político, el de los consumidores y sus asociaciones. Es un fenómeno en el que se debe profundizar, pues contiene elementos positivos que hay que fomentar, como también excesos que se han de evitar. Es bueno que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico.

67. Ente el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger[146] y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. (...) El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización[149], que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.
68. (...) El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma. De modo análogo, también el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando los «prodigios» de la tecnología. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los «prodigios» de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista. Ante esta pretensión prometeica, hemos de fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria, sino verdaderamente humanizada por el reconocimiento del bien que la precede. Para alcanzar este objetivo, es necesario que el hombre entre en sí mismo para descubrir las normas fundamentales de la ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.
Mi comentario:
67. La "arquitectura económica y financiera internacional" me hace pensar que Benedicto XVI no necesariamente plantea un gobierno mundial sino una normas claras sobre nuestro mundo globalizado, que no necesariamente se refieren a un estatismo. Aunque luego hable de "verdadera Autoridad política mundial"; él será el que lo aclare.

martes, 11 de agosto de 2009

Felicitaciones a los nuevos hermanos jesuitas en México

Nos hacemos solidarios con las palabras del gran amigo Ululatus; y rezamos diariamente por sus hermanos, que son también nuestros.


Rodrigo Espinosa, SJ

Emilio González S., SJ

Juan Pablo Gil, SJ

Santiago Morell, SJ

Emanuel Michel, SJ

Joel Arellano, SJ

Seis hombres de una pieza. Seis íntegros seguidores de Jesús. Seis jóvenes que dejaron atrás una visión distorsionada del mundo y escogieron mirar la realidad con los anteojos de los empobrecidos. Seis cristianos que han decidido servir a la Iglesia, pueblo y jerarquía, luz y obscuridad, humana y divina, actual y eterna.

Yo creo que el problema con el mundo actual, con los jóvenes, y con esta ética light de vivir y dejar vivir es su inconsistencia, pereza y cobardía: nadie hace nada para no tener que responsabilizarse de nada y tomar decisiones difíciles. La ética real es dejarse matar por los principios. No es coincidencia que sea Sócrates el padre de la ética o que Jesús de Nazaret y los mártires cristianos sean ejemplos de integridad, fidelidad y valor.

¡Es, simple y llanamente, conocer a seis hombres de hoy que han decidido, si hace falta, dejarse matar en la lucha por la fe y la justicia, la caridad y la verdad! ¡Eso es coraje y valentía, es entregarlo todo!

G. G. Jolly

Principio de subsidariedad, el trabajo en Benedicto XVI. Extractos y comentarios a la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI (XIX)

Mi selección (lo que considero más importante):

58. El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado. Esta regla de carácter general se ha de tener muy en cuenta incluso cuando se afrontan los temas sobre las ayudas internacionales al desarrollo.
59. La cooperación para el desarrollo no debe contemplar solamente la dimensión económica; ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural y humano.
60. En la búsqueda de soluciones para la crisis económica actual, la ayuda al desarrollo de los países pobres debe considerarse un verdadero instrumento de creación de riqueza para todos. (...) Una posibilidad de ayuda para el desarrollo podría venir de la aplicación eficaz de la llamada subsidiaridad fiscal, que permitiría a los ciudadanos decidir sobre el destino de los porcentajes de los impuestos que pagan al Estado. Esto puede ayudar, evitando degeneraciones particularistas, a fomentar formas de solidaridad social desde la base, con obvios beneficios también desde el punto de vista de la solidaridad para el desarrollo.
63. Al considerar los problemas del desarrollo, se ha de resaltar relación entre pobreza y desocupación. Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), bien porque se devalúan «los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia»[143]. Por esto, ya el 1 de mayo de 2000, mi predecesor Juan Pablo II, de venerada memoria, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente»[144], alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo. Pero ¿qué significa la palabra «decencia» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.

lunes, 10 de agosto de 2009

Extractos de la presentación de la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI por el cardenal Tarcisio Bertone S.D.B (01-VIII-2009) (III)

Mi selección (lo que considero más importante):
En primer lugar, que la crítica sacrosanta al "Estado intervencionista" de ningún modo puede hacer que se desconozca el papel central del "Estado regulador". En segundo lugar, que las autoridades públicas situadas en los diversos niveles de gobierno deben permitir, más aún, favorecer el nacimiento y el reforzamiento de un mercado financiero pluralista, o sea, un mercado en el que puedan actuar en condiciones de igualdad objetiva sujetos diferentes en lo que atañe al fin específico que atribuyen a su actividad. Pienso en los bancos del territorio, en los bancos de crédito cooperativo, en los bancos éticos, en los distintos fondos éticos. Se trata de entidades que no sólo no proponen en sus ventanillas finanzas creativas, sino que sobre todo desempeñan un papel complementario, y por tanto equilibrador, respecto a los agentes de las finanzas especulativas. Si en las últimas décadas las autoridades financieras hubieran eliminado los numerosos vínculos que pesan sobre los sujetos de las finanzas alternativas, la crisis actual no habría tenido el poder devastador que estamos conociendo.

El hecho de que existan valores que no pueden ser manipulados por nadie es la verdadera garantía de nuestra libertad y de la grandeza humana; la fe cristiana ve en ello el misterio del Creador y de la condición de imagen de Dios que él ha conferido al hombre".
En la Caritas in veritate Benedicto XVI repite que "se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos" cuando "se les priva de su fundamento trascendente" (
ib., 56), es decir, cuando se olvida que "Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto, habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente" (ib., 29).

domingo, 9 de agosto de 2009

Extractos de la presentación de la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI por el cardenal Tarcisio Bertone S.D.B (01-VIII-2009) (II)

Mi selección (lo que considero más importante):
La Caritas in veritate nos dice, en cambio, que se puede hacer empresa también cuando se persiguen fines de utilidad social y se actúa por motivaciones de tipo pro-social. Esta es una manera concreta, aunque no la única, de colmar la brecha entre lo económico y lo social dado que una gestión económica que no incorporara en su interior la dimensión de lo social no sería éticamente aceptable, como también es verdad que una gestión social meramente redistributiva, que no tenga en cuenta el vínculo de los recursos, a la larga no sería sostenible, pues antes de poder distribuir es necesario producir.
La "doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o "después" de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente" (ib., 36).
Esta es una concepción que se podría definir alternativa, sea respecto a la que ve el mercado como lugar de la explotación y del atropello del fuerte sobre el débil, sea respecto a la que, en línea con el pensamiento anárquico-liberal, lo ve como lugar capaz de dar solución a todos los problemas de la sociedad.
La Caritas in veritate nos ayuda a tomar conciencia de que la sociedad no es capaz de futuro si se disuelve el principio de fraternidad; es decir, no es capaz de progresar si existe y se desarrolla sólo la lógica del "dar para tener" o del "dar por deber". Por eso, ni la visión liberal-individualista del mundo, en la que todo -o casi- es intercambio, ni la visión estado-céntrica de la sociedad, en la que todo -o casi- constituye un deber, son guías seguras para poder salir del atolladero en el que se encuentran hoy nuestras sociedades.
La doctrina social de la Iglesia toma como su punto de Arquímedes el "estar con". El sentido de la ética del bien común explica que para poder comprender la acción humana es preciso situarse en la perspectiva de la persona que actúa (cf. Veritatis splendor, 78) y no en la perspectiva de la tercera persona (como hace el iusnaturalismo) o bien del espectador imparcial (como había sugerido Adam Smith). En efecto, dado que el bien moral es una realidad práctica, lo conoce principalmente no quien lo teoriza, sino quien lo practica: este es el que sabe identificarlo y, por lo tanto, escogerlo con certeza cada vez que está en discusión.

viernes, 7 de agosto de 2009

Extractos de la presentación de la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI por el cardenal Tarcisio Bertone S.D.B (01-VIII-2009)

Mi selección (lo que considero más importante):

Esta realidad no sólo se nos manifiesta a través de la Revelación bíblica, sino que también la puede conocer todo hombre de buena voluntad que utiliza rectamente su razón al reflexionar sobre sí mismo ("La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad", ib.).

"Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos" (Discurso a la Asamblea general de la ONU, 18 de abril de 2008: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de abril de 2008, p. 10).

"En su búsqueda del bien moral, la persona humana se pone a la escucha de lo que ella misma es y toma conciencia de las inclinaciones fundamentales de su naturaleza" (En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, n. 45), las cuales orientan al hombre hacia los bienes necesarios para su realización moral.

Como es sabido, "tradicionalmente se distinguen tres grandes conjuntos de dinamismos naturales... El primero, que es común a todo ser sustancial, comprende esencialmente la inclinación a conservar y a desarrollar su propia existencia. El segundo, común a todos los seres vivos, comprende la inclinación a reproducirse para perpetuar la especie. El tercero, propio del hombre como ser racional, conlleva la inclinación a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad" (ib., n. 46).

Así pues, el hombre está hecho para conocer mediante la "razón ampliada" (cf. Benedicto XVI, Discurso del 12 de septiembre de 2006 en la Universidad de Ratisbona) la verdad en toda su extensión, es decir, sin limitarse a adquirir conocimientos técnicos para dominar la realidad material, sino abriéndose hasta encontrar al Trascendente, y para vivir plenamente la dimensión interpersonal del amor, que "no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas" (Caritas in veritate, 2).

La propuesta de la encíclica ni es de carácter ideológico ni está reservada sólo a quienes comparten la fe en la Revelación divina, sino que se funda en realidades antropológicas fundamentales, como son precisamente la verdad y la caridad correctamente entendidas, o como dice la encíclica, dadas al hombre y recibidas por él, y no producidas por él arbitrariamente ("La verdad, que como la caridad es don, nos supera, como enseña san Agustín. Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo nos ha sido "dada". En efecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, "no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano"", ib., 34).

Imagen: cardenal Bertone.

martes, 4 de agosto de 2009

¿Qué es el principio de subsidiariedad? ¿La Iglesia católica apoya el estatismo?

El RAE señala:
Principio de subsidiariedad.
1. m. Der. Criterio que pretende reducir la acción del Estado a lo que la sociedad civil no puede alcanzar por sí misma.
2. m. Der. El que se aplica al proceso de integración europea para limitar la intervención de las autoridades comunitarias a los supuestos en que los Estados por sí solos no puedan ser eficaces.de subsidiariedad.

1883 “La socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del
Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiariedad. Según éste, “una estructura social de
orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior,
privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y
ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al
bien común” (CA 48; Pío XI, enc. "Quadragesimo anno").

1885 El principio de subsidiariedad se opone a toda forma de colectivismo. Traza los
límites de la intervención del Estado. Intenta armonizar las relaciones entre individuos y
sociedad. Tiende a instaurar un verdadero orden internacional.
Juan Pablo II (Discurso en la CEPAL, Chile, 04-III-1987) señaló:
- 3. (...) "círculo virtuoso", de sentido inverso, entre producción, empleo, crecimiento y equidad.
- 6. (...) El desafío de la miseria es de tal magnitud, que para superarlo hay que recurrir a fondo al dinamismo y. a la creatividad de la empresa privada, a toda su potencial eficacia, a su capacidad de asignación eficiente de los recursos y a la plenitud de sus energías renovadoras.
9. El trabajo estable y justamente remunerado posee, más que ningún otro subsidio, la posibilidad intrínseca de revertir aquel proceso circular que habéis llamado "repetición de la pobreza y de la marginalidad". (...) Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo largo de la historia. Ellas residen en una constelación de virtudes: laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada, audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho. Ningún sistema o estructura social puede resolver, como por arte de magia, el problema de la pobreza al margen de estas virtudes; a la larga, tanto el diseño como el funcionamiento de las instituciones reflejan estos hábitos de los sujetos humanos, que se adquieren esencialmente en el proceso educativo y conforman una auténtica cultura laboral.
10. (...) "Ciertamente, ante las dificultades que hay que superar, existe la gran tentación de usar la autoridad para disminuir el número de los comensales más que multiplicar el pan a repartir" (Pablo VI)
Juan Pablo II en Centesimus annus (1991):
48. (...) Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos.

El Compendio de la DSI:
187. (...) La experiencia constata que la negación de la subsidiariedad, o su negación en nombre de una pretendida democratización o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces también anula, el espíritu de libertad e iniciativa.
Mi comentario:
Creo que la frase fundamental es esta: "1885. El principio de subsidiariedad se opone a toda forma de colectivismo.". Es decir, existe una fuerte confianza en la acción de las personas en el ámito privado y una fuerte desconfianza al intervencionismo estatal. Lo normal es la acción privada, lo extraño y peligroso es la acción estatal. Considero que en este punto se expresa el peligro del estatismo: el colectivismo (según el RAE: "colectivismo. (De colectivo).
1. m. Doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza.").
La DSI acepta la existencia del Estado, pero con el principio de subsidiariedad establece que son los privados los que deben solicitar la ayuda del Estado y otros grupos para su desarrollo, no al revés (es nuestro pensar, pero no queda TOTALMENTE CLARO en la DSI). No negaremos que en la DSI sigue existiendo, la visión del Estado como tutor de la sociedad en el logro del bien común como fin último.
En el discurso de JPII ante la CEPAL en 1987, se valora fuertemente la empresa privada, y de manera tácita se da un apoyo a un "capitalismo solidario". El lenguaje es muy claro: es mejor el trabajo productivo que el asistencialismo estatal para resolver el problema de la pobreza.

lunes, 3 de agosto de 2009

Algo sobre el "distribucionismo" de Chesterton

Nota: gracias al buen amigo Oscar Facal llegamos a este artìculo.
Distribucionismo, ¿intermedio entre capitalismo y socialismo?
Federico Rodríguez de Rivera

federicorderivera@gmail.com

Cortesía de www.aragonliberal.es

No es de extrañar que Chesterton abominara al socialismo y que afirmase que si un cristiano se hacía socialista acababa dejando de ser cristiano. No se puede forzar lo que es libre. La propiedad privada está intrínsecamente unida a la naturaleza humana. Pero también está unido a esa naturaleza el carácter social y solidario de los hombres.

Por eso Chesterton intentó corregir el "capitalismo" con la predicación del "distribucionismo" que también se convirtió en una utopía imposible, si bien justifica la intervención de la sociedad a través del Estado para resolver las lacras sociales de la pobreza y de la ignorancia.

Pero ese modelo que quizá sea el que sostienen muchos "personalistas", choca con que también es natural la generación de grandes fortunas y la concentración de riquezas que permiten un más eficiente desarrollo para todos. Y ya me gustaría que hubiese muchos católicos practicantes entre esas grandes fortunas: harían un gran bien.

No podemos negar que el egoísmo y el "mero interés", que son distintos, no generan ni justicia ni paz social. El bien no se deriva del mal. Tampoco generan paz social los impuestos onerosos o injustos. La redistribución de la riqueza del estilo socialista nunca es voluntaria y acaba generando pobreza porque mata el "interés", ahoga la iniciativa y uniformiza: potencia individuos uniformes y desincentiva la pluralidad.

Por otra parte la "libertad" en sí no es ni virtud ni vicio, sino un medio necesario y natural, para que "con el interés" y el "recto obrar" se fomente riqueza personal, de los que trabajan en el proyecto empresarial y de todo el cuerpo social.

Ahogar la libertad es matar el progreso. Limitar la libertad o distribuir a la fuerza la propiedad para genera "pequeños burgueses" es un "socialismo moderado" pero socialismo y no es viable en el mundo real.

El mundo real no es un mundo justo y quizá nunca lo será. En el mundo real el individualismo es egoísta y el socialismo es la presión de hacerse con el poder dentro del Partido. En el mundo real la acumulación de riqueza no necesariamente se orienta al bien social. En el mundo real los negocios no siempre se atienen a la palabra dada, a la justicia, al libre mercado.

El mundo real requiere "tutelar la libertad y la justicia". No somos ni seremos ángeles.

Y si en el mundo real la mayoría de las personas vive perezosamente, la rémora es para todos. Si viven buscando el placer y la inmediatez, esa falta de ética repercutirá en los negocios y en la generación de las fortunas. Si se educa a la gente en el relativismo ético y en el miedo al peso de la ley, los más inteligentes encontrarán el mecanismo para imponer su poder y escaquearse de la ley.

La realidad del "hombre caído" exige al sistema social correcciones que no son socialismo sino defensa de la libertad.

Pero, incluso dentro de una sociedad sana éticamente, los dones y oportunidades son muy variados. De modo natural habrá pobres y ricos, sanos y enfermos, jóvenes con futuro y gente fracasada. No somos "individuos aislados" sino "personas agrupadas". Y es deber social procurar atender esas necesidades.
Ningún hombre es desechable. Los católicos lo sabemos: "lo que hicisteis a uno de ellos a mí me lo hiciste". Por eso además de la justicia distributiva existe una justicia social que es obligación de los gobernantes.

Ahora, arremeter contra la libertad porque han fallado los sistemas de control es errar el tiro. El sistema ha fallado porque la ética y la moral se han debilitado. Las trampas han sido más sofisticadas y el batacazo ha tardado en llegar pero ha sido más gordo

sábado, 1 de agosto de 2009

El Principio de subsidariedad en Benedicto XVI. Extractos y comentarios a la Encíclica "Caritas in veritate" (2009) de Benedicto XVI (XVIII)

Mi selección (lo que considero más importante):

57. (...) Los Padres conciliares afirmaban en la Constitución pastoral Gaudium et spes: «Según la opinión casi unánime de creyentes y no creyentes, todo lo que existe en la tierra debe ordenarse al hombre como su centro y su culminación»[136]. Para los creyentes, el mundo no es fruto de la casualidad ni de la necesidad, sino de un proyecto de Dios. De ahí nace el deber de los creyentes de aunar sus esfuerzos con todos los hombres y mujeres de buena voluntad de otras religiones, o no creyentes, para que nuestro mundo responda efectivamente al proyecto divino: vivir como una familia, bajo la mirada del Creador. Sin duda, el principio de subsidiaridad[137], expresión de la inalienable libertad humana. La subsidiaridad es ante todo una ayuda a la persona, a través de la autonomía de los cuerpos intermedios. Dicha ayuda se ofrece cuando la persona y los sujetos sociales no son capaces de valerse por sí mismos, implicando siempre una finalidad emancipadora, porque favorece la libertad y la participación a la hora de asumir responsabilidades. La subsidiaridad respeta la dignidad de la persona, en la que ve un sujeto siempre capaz de dar algo a los otros. La subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista. Ella puede dar razón tanto de la múltiple articulación de los niveles y, por ello, de la pluralidad de los sujetos, como de su coordinación. Por tanto, es un principio particularmente adecuado para gobernar la globalización y orientarla hacia un verdadero desarrollo humano. Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes[138], tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz.
Mi comentario:

57. Benedicto XVI hereda una tradición sobre la "subsidiariedad" y la asume, y da un conjunto de argumentos que nos hace pensar que el afectado puede y debe decidir los niveles de apoyo y no el que ofrece la ayuda, por lo general el Estado. Esto se observa en los siguientes condiciones de la subsidiarierdad:
- "Sin duda, el principio de subsidiaridad[137], expresión de la inalienable libertad humana.", lo cual nos hace suponer que la libertad es su fundamento;
- "Dicha ayuda se ofrece", por tanto no se impone;
- "implicando siempre una finalidad emancipadora";
- "favorece la libertad y la participación a la hora de asumir responsabilidades";
- "respeta la dignidad de la persona";
- "es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista";
- "la pluralidad de los sujetos, como de su coordinación".
Por todo esto: la decisión de recibir la ayuda la asume el afectado, y esta ayuda no debe implicar la destrucción de la libertad de los demás. No es una decisión colectivista, sino que afecta a los particulares, a personas específicas.
El problema está en que luego dice, aunque refirièndose a la globalización es una idea que se puede relacionar perfectamente con cualquier Estado:
"La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes[138], tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz."
De alguna forma volvemos al problema de que el Bien comùn necesita un Estado, con el peligro del intervencionismo, la planificación y la reducción de las libertades individuales. Ante esta realidad, Bneedicto XVI señala que ese peligro se evita al hacerse de "modo subsidiario y con división de poderes". Algunas naciones, ya sabemos en qué ha terminado la división de poderes cuando se cree que el Estado es el que determina el bien común: mayor poder concentrado para el Estado y menores libertades para las personas, con la consecuente pérdida de su diginidad y derechos.
En la próxima entrega, ampliaremos el desarrollo del principio de subsidariedad en la DSI. El cual debemos revisar y analizar tomando en cuenta lo dicho por el Papa (lo cual ya hicimos), y por la tradición católica. Es por ello que revisaremos los siguientes textos que son citados por Benedicto XVI:
[137] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno (15 mayo 1931): AAS 23 (1931), 203; Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 48: l.c., 852-854; Catecismo de la Iglesia Católica, 1883.
Pero tambièn el Compendio de la DSI, y lo dicho por JPII:

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