Hace poco más de un mes, Benedicto XVI nos entregó su última Encíclica: Caritas in veritate. Al leerla creemos identificar, ciertos elementos a favor de un capitalismo moralizante o solidario, por lo que nuestra interpretación puede llamarse: “una lectura liberal”. Hemos tenido el suficiente cuidado de no tergiversar las palabras del Papa, o usarlas a favor esta perspectiva.
El texto realiza una revisión, a la luz del avance de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y de los hechos ocurridos en los últimos 40 años (la globalización), de los postulados de la Encíclica de Pablo VI Populorum progressio (los cuales se centraron en el problema del desarrollo de las sociedades). Resalta la necesaria “convergencia entre ciencia económica y valoración moral Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos” (Nª 32). En su texto no ataca el desarrollo capitalista, al contrario, lo valora; pero señala que el mismo no puede estar separado de la moral. En este sentido, la globalización no es satanizada sino aplaudida como extensión del desarrollo a todos los países, aunque sin dejar de identificar sus problemas. Ante estos, plantea algunas soluciones generales, tales como el recordatorio de las metas últimas de toda la economía y la política: la dignidad de la persona humana, la búsqueda del bien común, la solidaridad en la caridad, y el principio de subsidiariedad.
La caridad en la verdad, porque Benedicto XVI sostiene que el verdadero desarrollo es el que se centra en Cristo y en su mensaje. El desarrollo, a pesar de ser una intricada realidad socioeconómica y política, debe inspirarse en las verdades últimas. Todo nuestro actuar debe ser la verdad que es caridad; lo cual, a pesar de nuestra diversidad cultural y de opiniones, e incluso de valores; es lo común a todos los humanos. El desarrollo es pasar de las "condiciones menos humanas a condiciones más humanas", pero ¿Cómo? Responde el Papa: con la caridad, y "relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad" (N° 9). El desarrollo humanizador se lograr con "libertad responsable", nunca con la COACCIÓN POR PARTE DEL ESTADO, "Sólo si es libre, el desarrollo puede ser integralmente humano" (N° 17).
El desarrollo no se limita a lo material, y la Iglesia nos enseña y ayuda en la comprensión que el ser humano debe tender a "las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal exige." El cristiano y en general el ser humano, no puede limitarse a lo material. Por otro lado, se debe tener claro que el centro del desarrollo no está en las instituciones sino en la persona LIBRE, RESPONSABLE Y SOLIDARIA.
El progreso y el desarrollo no puede separarse de la ética, "porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre" (N° 16). Es por esto que se deben rechazar de las actitudes parciales en nuestras visiones desde el cristianismo: algunos sólo con los pobres, otros quitándole importancia al tema de la pobreza, por sólo decir un ejemplo. Ser misionero, ser evangelizador, hacer apostolado, es SIEMPRE preocupación por el desarrollo, pero nunca SOLO POR EL DESARROLLO.
En lo relativo a la solución de la pobreza, plantea cuatro aspectos fundamentales: 1) Solidaridad con planes de financiamiento (no hablamos de regalar dinero, sino de apoyar con financiamiento); 2) Este financiamiento no significa asistencialismo porque los pobres deben resolver sus problemas; 3) La meta es "producir un verdadero crecimiento económico"; 4) Los países ricos deben estar conscientes que el desarrollo de los pobres permitirá "sostener su capacidad productiva" (N° 27). La lucha contra la pobreza es la lucha por el mejor funcionamiento de la economía (N° 32), es un mito que el mercado y el capitalismo son generadores de pobreza por si mismos (N° 35).
La solidaridad y el principio de subsidiariedad deben complementarse, lo cual se logra cuando el que otorga la ayuda como el que la recibe actúan libremente. El que la recibe (el pobre) puede y debe decidir los niveles de apoyo y no el que ofrece la ayuda, por lo general el Estado. Esto se observa en los siguientes condiciones de la subsidiariedad: 1) "Sin duda, el principio de subsidiaridad es expresión de la inalienable libertad humana."; 2) "Dicha ayuda se ofrece", por tanto no se impone; 3) "implicando siempre una finalidad emancipadora"; 4) "favorece la libertad y la participación a la hora de asumir responsabilidades"; 5) "respeta la dignidad de la persona"; 6) "es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista"; 7) "la pluralidad de los sujetos, como de su coordinación".
Por todo esto: la decisión de recibir la ayuda la asume el afectado, y esta ayuda no debe implicar la destrucción de la libertad de los demás. No es una decisión colectivista, sino que afecta a los particulares, a personas específicas (N° 57).
En lo relativo a una posible propuesta estatista, en la idea de "verdadera autoridad política mundial"; esta parece diluirse al hablar también de "arquitectura económica y financiera internacional", lo cual no necesariamente plantea un gobierno mundial sino unas normas claras sobre nuestro mundo globalizado.
No es una lectura fácil, existen propuestas que me generan dudas y que podrían permitir interpretaciones desde perspectivas estatizantes. A pesar de ello, el Papa nos ha mostrado que debemos luchar por el desarrollo y la superación de la pobreza inspirados y atentos a la verdad.