La homilía del Papa ayer en la solemnidad de María Santa Madre de Dios me ha ayudado a dar respuesta al recordarnos:
Por tanto, no es la historia la que decide el nacimiento
de Cristo; es más bien su venida en el mundo la que permite a la historia
alcanzar su plenitud. Por esta razón, el nacimiento del Hijo de Dios señala el
comienzo de una nueva era en la que se cumple la antigua promesa.
(…) La plenitud de los tiempos es, pues, la presencia en
nuestra historia del mismo Dios en persona. Ahora podemos ver su gloria que
resplandece en la pobreza de un establo, y ser animados y sostenidos por su
Verbo que se ha hecho «pequeño» en un niño. Gracias a él, nuestro tiempo
encuentra su plenitud. También nuestro tiempo personal encontrará su plenitud
en el encuentro con Jesucristo, Dios hecho hombre.
(...) Al comienzo de un nuevo año, la
Iglesia nos hace contemplar la Maternidad de María como símbolo de la paz. La
promesa antigua se cumple en su persona. Ella ha creído en las palabras del
ángel, ha concebido al Hijo, se ha convertido en la Madre del Señor.
A través de ella, a través de su 'sí',
ha llegado la plenitud de los tiempos. El Evangelio que hemos escuchado dice:
'Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón'.
Bienaventurada eres tú,
María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por
haber creído en él. Llena de fe has concebido a Jesús antes en tu corazón que
en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín, Sermón
215, 4).
Profeballa
Nota: esperamos que este nuevo año retome este blog.
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