Mi creencia es que si. Porque nos podemos sentir identificados con varias espiritualidades católicas; porque todos ellas son buenas, son queridas por Dios. Y evidentemente tenemos diversos intereses. ¿Cómo no admirar a San Francisco de Asís, a una Santa Teresa de Ávila, a San Josemaría Escrivá, a Don Bosco, a San Ignacio de Loyola y a tantos otros? ¿Cómo no admirar la pobreza del franciscanismo, la actividad misionera ignaciana y su fina pedagogía, la santificación del trabajo del Opus Dei junto a la valoración de lo laico, y la vida contemplativa de los carmelitas y toda espiritualidad monástica?.
Con dolor, muchas veces veo divisiones en nuestra Iglesia. No me refiero a la tradicional división - que algunos resaltan tristemente - entre “ortodoxos y progresistas”, sino entre cada carisma. En algunos casos pareciera que no existen más santos que los fundadores de cada una de las órdenes o institutos, y sin querer se mira con desconfianza a los otros. Se escuchan cosas que ofenden y que no quiero repetir acá (ni en ninguna parte).
No he vivido ni visto alguna situación así (¡Dios me libre!), pero sería terrible que algún miembro con autoridad de una iniciativa apostólica (hospitales, universidades, etc.) llevada a cabo por un carisma específico, alejara a otra persona por pertenecer a otra orden o institución dentro de la Iglesia que está cooperando con dicha iniciativa.
¡Somos una sola Iglesia con un solo Señor: Jesucristo!.