martes, 24 de junio de 2008

Misa "revolucionaria"...posición del Arzobispado de Caracas

Acá les dejo el video subido a Youtube por Aporrea.org de la misa celebrada en presencia de Chàvez y el presidente del Paraguay: Fernando Lugo el 19 de junio pasado.


Acá el comunicado del Arzobispado:
ARZOBISPADO DE CARACAS EUCARISTIA, SACERDOCIO Y UNIDAD ECLESIAL COMUNICADO A todos los fieles de la Arquidiócesis de Caracas:
Ante la utilización de actividades religiosas con fines político-partidistas, el Arzobispado de Caracas precisa lo siguiente:
1. El amor de Cristo llama a todos los sacerdotes y personas consagradas a vivir con alegría y entusiasmo la misión de anunciar a todos los fieles que Jesucristo es el único Salvador, y a cumplir la misión de ser en todo momento factores de unidad y constructores de la paz.
2. En el campo socio político los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, debemos actuar siempre como valientes mensajeros del Evangelio, promotores de la justicia y la paz, y como firmes defensores de los derechos humanos, padres y hermanos de todos los fieles, independientemente de sus simpatías políticas. Ahora bien: favorecer una opción partidista no es compatible con la misión eclesial y pastoral de los sacerdotes y personas de la vida consagrada. Por lo tanto debemos abstenernos de actuar como dirigentes o militantes de parcialidades políticas, de apoyarlas públicamente en los medios de comunicación social, y de participar en actividades de carácter partidista.
3. Por otra parte, la Eucaristía es el mayor tesoro de la Santa Iglesia Católica. Es la conmemoración y actualización sacramental de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es el sacramento de la unidad y el vínculo de la caridad de todos los creyentes. Por estas razones, la celebración de la Santa Misa debe realizarse siempre en ambiente de sincera oración y fervor religioso, con gran respeto, y en comunión total con la Iglesia diocesana y con la Iglesia universal, como expresión de la unidad de todos los católicos, y nunca debe prestarse a interpretaciones o manipulaciones político-partidistas.Por estas razones no se pueden realizar celebraciones litúrgicas, especialmente la Santa Misa, en el marco de actividades político-partidistas, o que puedan ser utilizadas políticamente.
4. La reciente celebración de una Misa para orar y bendecir públicamente al Presidente electo del Paraguay no fue consultada al Arzobispado de Caracas ni autorizada por este Arzobispado. Si algunas personas querían reunirse con él y orar por él, debían haberlo hecho en otro lugar y ambiente, y no en una celebración eucarística transmitida por televisión a todo el país.
5. En cuanto al Señor Presidente electo del Paraguay, es preciso puntualizar que él renunció voluntaria y públicamente al ejercicio del ministerio episcopal para ser candidato presidencial, y que, por haber asumido funciones políticas propiamente dichas, se encuentra sancionado por la Santa Sede con la pena de suspensión eclesiástica. El ha solicitado ser dispensado de sus compromisos sacerdotales. No es obispo activo de la Iglesia Católica.
6. Todos los católicos de Caracas, y especialmente los obispos, sacerdotes, diáconos religiosos y religiosas, debemos trabajar intensamente por el bien de nuestro pueblo, sirviéndolo con generosidad, y promoviendo en todo momento la unidad de nuestra Iglesia.
7. Invocamos sobre todos los fieles de la Arquidiócesis de Caracas la protección la Virgen de Coromoto, madre de Dios, Reina del Amor y de la Paz. Ella nos acompañe por los caminos del amor de Cristo para gloria de Dios y bien de nuestra querida Venezuela.
Caracas, 23 de junio de 2008
Firman,
+JORGE UROSA SAVINO, CARDENAL ARZOBISPO DE CARACAS
+NICOLÁS BERMÚDEZ VILLAMIZAR
+SAÚL FIGUEROA ALBORNOZ OBISPO AUXILIAR DE CARACAS OBISPO AUXILIAR DE CARACAS
+LUIS TINEO RIVERA,
+JESÚS GONZÁLEZ DE ZÁRATE OBISPO AUXILIAR DE CARACAS OBISPO AUXILIAR DE CARACAS

domingo, 22 de junio de 2008

Blog suspendido hasta nuevo aviso


Suspendido por mucho trabajo: correciones de evaluaciones, entregas de trabajo y presiòn generalizada.

Gracias por sus oraciones!! Espero retomarlo el 01 de julio!. un abrazo

Ofrezco el esfuerzo por ella, y por ustedes. Recemos juntos.

martes, 10 de junio de 2008

Benedicto XVI: Angelus dominical (08 de junio) y "globalizaciòn de la solidaridad"

Benedicto XVI: “La Misericordia es la síntesis del mensaje cristiano”
Intervención en el Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de junio de 2008 (ZENIT.org) Publicamos la intervención del Papa Benedicto XVI este domingo, durante el rezo del Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro

***

¡Queridos hermanos y hermanas!

En el centro de la liturgia de la Palabra de este Domingo hay una expresión del profeta Oseas que Jesús retoma en el Evangelio: “Quiero amor y no sacrificio / conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6,6). Se trata de una palabra clave, una de aquellas que nos introducen en el corazón de la Sagrada Escritura. El contexto, en que Jesús la hace propia, es la vocación de Mateo, de profesión “publicano”, es decir recaudador de impuestos por cuenta de la autoridad imperial romana: por eso mismo, era considerado por los Judíos como un pecador público. Tras llamarlo precisamente cuando estaba sentado en el banco de los impuestos -ilustra bien esta escena un celebérrimo cuadro de Caravaggio-, Jesús fue a su casa con los discípulos y se puso a la mesa junto con otros publicanos. A los fariseos escandalizados les respondió: “No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos... No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores... (Mt 9, 12-13). El evangelista Mateo, siempre atento al vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, en este momento pone en los labios de Jesús la profecía de Oseas: “Id y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio”.

Es tal la importancia de esta expresión del profeta que el Señor la cita nuevamente en otro contexto, a propósito de la observancia del sábado (cfr Mt 12, 1-8). También en este caso Él se atribuye la responsabilidad de la interpretación del precepto, revelándose como “Señor” de las mismas instituciones legales. Dirigiéndose a los fariseos, añade: “Si hubiérais comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais condenado a personas sin culpa” (Mt 12,7). Por tanto, en este oráculo de Oseas, Jesús, el Verbo hecho hombre, se ha, por así decirlo, “encontrado” plenamente; lo ha hecho propio con todo su corazón y lo ha realizado con su comportamiento, a costa incluso de chocar con la susceptibilidad de los jefes de su pueblo. Esta palabra de Dios ha llegado a nosotros, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los preceptos.

Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, pedimos por su intercesión vivir siempre en la alegría de la esperanza cristiana. Que la Virgen, Madre de Misericordia, suscite en nosotros sentimientos de filial abandono respecto a Dios, que es misericordia infinita; nos ayude a hacer nuestra la oración que San Agustín formula en un conocido pasaje de sus Confesiones: “¡Ten piedad de mí, Señor! Mira que no te escondo mis heridas: tú eres el médico, yo el enfermo; tú eres misericordioso, yo mísero... Toda mi esperanza está puesta en tu gran misericordia” (X, 28.39; 29.40).

(Después del rezo del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En francés comenzó diciendo:)

El Evangelio de hoy nos muestra el rostro de amor y de misericordia de Jesús, que come con los publicanos y pecadores. Que podáis descubrir el rostro del Señor para vosotros, especialmente en los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía, y que os convirtáis para vuestro alrededor en testigos del amor de Dios hacia toda la humanidad.

(En inglés dijo:)

Saludo a todos los visitantes de habla inglesa presentes en el Angelus de hoy, especialmente al grupo de peregrinos de Malmö, en Suecia. Rezo para que vuestra visita a Roma fortalezca vuestra fe y profundice vuestro amor a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. En el Evangelio de este domingo hemos escuchado cómo Jesús llamó a Mateo, el recaudador de impuestos. Inmediatamente Mateo se levantó y se convirtió en seguidor de nuestro Señor. Estemos preparados para rechazar todo aquello que nos separa de Dios, de manera que podamos responder generosamente a su llamada.

(En español dijo:)

Os invito a que os acerquéis con confianza a Jesucristo, médico que sana los corazones y llama sin cesar a la conversión, para que inspirados por Él, penséis lo que es recto y lo cumpláis con su ayuda.

(En alemán dijo:)

La separación de Dios, el pecado, hace a la humanidad enferma. Sufre por su egoísmo, que no le deja lugar a una vida auténtica. Cristo es el médico, que nos trae la curación y nos devuelve la salud. Él abrirá nuestra vida a Dios y a los demás. Acojamos su amor que nos sana y ofreezcámoslo a aquellos que nos rodean. Así viviremos verdaderamente.

(En polaco dijo:)

Saludo cordialmente a todos los polacos. Dirijo hoy una particular oración por los mineros que el miércoles pasado han perdido la vida en la mina Borynia. Suplico para ellos la gracia del eterno descanso, el conforto espiritual para sus familias y la pronta curación para los heridos. Que Dios misericordioso nos preserve de la muerte imprevista, que Él os proteja, os guíe y os bendiga.

(Traducción del original realizada por Inmaculada Álvarez)
Benedicto XVI: El desafío actual, globalizar la solidaridadDiscurso a la fundación "Centesimus Annus, pro Pontifice"

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI a la fundación "Centesimus Annus, pro Pontifice" al recibir en audiencia a sus representantes el 31 de mayo de 2008.

* * *

Señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado; amables señoras y señores:

Me alegra encontrarme hoy con vosotros y os doy mi cordial bienvenida. Doy las gracias al conde Lorenzo Rossi di Montelera, que en calidad de presidente de la Fundación ha interpretado vuestros sentimientos, exponiendo también las líneas de acción seguidas durante este año. Saludo al señor cardenal Attilio Nicora y a los arzobispos Claudio Maria Celli y Domenico Calcagno, así como a cada uno de vosotros, a quienes renuevo la expresión de mi gratitud por el servicio que prestáis a la Iglesia, dando una generosa aportación a las múltiples iniciativas de la Santa Sede al servicio de los pobres en numerosas partes del mundo. En este sentido, os agradezco, en particular, el donativo que habéis querido traerme con ocasión de este encuentro.
Este año, para vuestra reunión tradicional, habéis elegido como tema: "El capital social y el desarrollo humano". Así, habéis reflexionado sobre la necesidad, sentida por muchos, de promover un desarrollo global atento a la promoción integral del hombre, mostrando también la contribución que pueden dar asociaciones de voluntariado, fundaciones sin ánimo de lucro y otros grupos surgidos con el objetivo de hacer cada vez más solidario el entramado social.
Un desarrollo armonioso es posible si las opciones económicas y políticas realizadas tienen en cuenta los principios fundamentales que lo hacen accesible a todos: me refiero, en particular, a los principios de subsidiariedad y solidaridad. En el centro de toda programación económica, considerando especialmente la vasta y compleja red de relaciones que caracteriza la época posmoderna, debe estar siempre la persona, creada a imagen de Dios y querida por él para custodiar y administrar los inmensos recursos de la creación. Sólo una cultura común de la participación responsable y activa puede permitir a todo ser humano sentirse no usuario o testigo pasivo, sino colaborador activo en el proceso de desarrollo mundial.

El hombre, al que Dios en el Génesis confía la tierra, tiene la tarea de hacer fructificar todos los bienes terrenos, comprometiéndose a usarlos para satisfacer las múltiples necesidades de cada uno de los miembros de la familia humana. En efecto, una de las metáforas recurrentes en el Evangelio es precisamente la del administrador. Por tanto, con la actitud de un administrador fiel el hombre debe gestionar los recursos que Dios le ha confiado, poniéndolos a disposición de todos. En otras palabras, es preciso evitar que el beneficio sea solamente individual, o que formas de colectivismo opriman la libertad personal.

El interés económico y comercial no debe convertirse nunca en algo exclusivo, porque de hecho mortificaría la dignidad humana. Puesto que el actual proceso de globalización que está atravesando el mundo afecta cada vez más a los campos de la cultura, la economía, las finanzas y la política, hoy el gran desafío es "globalizar" no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad, respetando y valorando la aportación de todos los componentes de la sociedad.

Como habéis reafirmado oportunamente, el crecimiento económico no debe separarse jamás de la búsqueda de un desarrollo humano y social integral. A este respecto, la Iglesia, en su doctrina social, subraya la importancia de la aportación de los cuerpos intermedios según el principio de subsidiariedad, para contribuir libremente a orientar los cambios culturales y sociales y dirigirlos a un auténtico progreso del hombre y de la colectividad. A este propósito, en la encíclica Spe salvi reafirmé que «las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario» (n. 24).

Queridos amigos, a la vez que os renuevo mi gratitud por el generoso apoyo que dais incansablemente a las actividades de caridad y de promoción humana de la Iglesia, os invito a ofrecer la contribución de vuestra reflexión también para la realización de un orden económico mundial justo. A este respecto, me complace retomar una elocuente afirmación del concilio Vaticano II: «Los cristianos -se lee en la constitución Gaudium et spes- nada pueden desear más ardientemente que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual. Y así, prestando fielmente su adhesión al Evangelio y disponiendo de su fuerza, unidos a todos los que aman y practican la justicia, han tomado sobre sí la realización de una tarea inmensa en esta tierra...» (n. 93). Proseguid con este espíritu vuestra acción en favor de tantos hermanos nuestros. En el último día, el día del Juicio universal, nos preguntarán si hemos utilizado cuanto Dios ha puesto a nuestra disposición para satisfacer las legítimas expectativas y las necesidades de nuestros hermanos, especialmente de los más pequeños y necesitados.

Que la Virgen María, a quien hoy contemplamos en su visita a su anciana prima Isabel, os obtenga a cada uno la gracia de ser siempre solícito con el prójimo. Os aseguro un recuerdo en la oración y con afecto os imparto mi bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, a vuestras familias y a cuantos colaboran con vosotros en vuestras diversas actividades profesionales.
Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana

sábado, 7 de junio de 2008

Conociendo a nuestro Papa gracias a Zenit en entrevista a Juan Pablo Ledesma, L.C.

La “puerta de acceso” al pensamiento teológico del Papa Benedicto XVI

“Introducción al cristianismo”, 40 años después


ROMA, viernes, 6 junio 2008 (ZENIT.org).- "La voz de la fe cristiana. Introducción al cristianismo de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, cuarenta años después", ha sido el tema de un Congreso interdisciplinar celebrado recientemente en Roma.

Zenit ha querido hacer un balance de las conclusiones con uno de los organizadores del acontecimiento, que tuvo lugar del 12 al 13 de mayo, en el Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum", el padre Juan Pablo Ledesma, L.C., decano de la Facultad de Teología de este centro universitario.

--Según usted, ¿cómo nace la teología del Papa Benedicto?

--Juan Pablo Ledesma: Basta recordar su itinerario formativo. Tras su ordenación sacerdotal, comenzó a trabajar como vicario en una parroquia, y allí se manifestaron sus dotes intelectuales. En 1954 se doctoró en Teología con una tesis sobre el concepto de Iglesia como casa y pueblo de Dios en el pensamiento de san Agustín.

Más tarde obtuvo la capacitación con otra tesis sobre san Buenaventura. Esto muestra su gran cultura y su profundización teológica de las fuentes patrísticas y medievales. Ha enseñado en varias universidades Munich, Tubinga,... En 1961 consiguió la cátedra de Teología Fundamental y en 1964 participó como perito teólogo en el Concilio Vaticano II.

--¿Cuáles son las cualidades que más admira del Papa Benedicto XVI?

--Juan Pablo Ledesma: Son tantas--- Quizás las que más me impresionad son su sencillez y su profundidad. Aún me fascinan sus primeras palabras como Papa: "Siervo de la Viña del Señor... instrumento ineficaz". Estas palabras evocan la regla de san Benito, el sexto grado de la humildad, que es aquel en el que el monje se contenta con las cosas más pobres y ordinarias, y se considera un obrero incapaz e indigno respecto a todo lo que le impone la obediencia.

Me impresionan también las expresiones profundas, sencillas y espontáneas de su amor tan personal a Jesucristo. Es un amor que se manifiesta en sus palabras y en sus gestos, y sobre todo en su manera de celebrar la Eucaristía. Todo, en su persona y en su ministerio, está centrado en Jesucristo.

Me atrae también la manera como el Papa saluda a cada persona. Se entretiene, sin prisas, sabe escuchar, acoger, alentar, sonreír. Es fácil notar la bondad de Cristo en su mirada y en su forma de acoger al prójimo. Me impresiona ver al Papa tocando el piano, saludando a los grandes de la tierra o explicando a los niños cómo Jesús está presente en la Eucaristía con el ejemplo de la corriente eléctrica o el micrófono, para mostrar cómo las cosas invisibles son las más profundas e importantes.

-En pocas palabras, ¿cuáles son las ideas más importantes que rigen el pensamiento de Joseph Ratzinger?

--Juan Pablo Ledesma: Es una respuesta difícil y arriesgada... Me parece que podría ser el concepto de fe. Para él la fe necesita de un "Tu" que la sostenga; necesita de un Tu que nos conoce y nos ama, en modo que podamos fiarnos y confiarnos a él como un "niño amamantado en brazos de su madre". En consecuencia, fe, confianza y amor conforman un todo único, una idéntica realidad indestructible. Esta fe es, para el Papa Benedicto, una fe vivida.

Me gusta mucho su interpretación de la palabra "Amén", que no es solo la respuesta de fe al Credo de la Iglesia. Pronunciar "Amén" significa fe, confianza, abandono, fidelidad y amor. "Amén" no es una partícula que concluye todas las oraciones, sino la adhesión total de la persona que reza, que cree, que ama al Amor revelado (logos-veritas) en cuanto que amor encarnado. Amén, en fin, es la respuesta total y radical al símbolo-credo entero: todo o nada. No hay alternativas, pretextos o medias tintas. Así como la persona es totalidad, la respuesta de la fe y del amor debe ser total: amén es sinónimo de "todo".Creo que la verdad es también el punto crucial en la mente y en la enseñanza de Joseph Ratzinger. Para él el mayor problema que existe y que afronta el hombre de hoy es la falta de verdad: el relativismo; la negación de la verdad.

-¿Usted detecta alguna relación entre "Introducción al Cristianismo" y las dos últimas encíclicas?

-Juan Pablo Ledesma: Tanto en Deus caritas est como en Spe salvi encontramos al mismo pastor, pensador y teólogo que hace los conceptos accesibles. Hace cuarenta años el mismo profesor Ratzinger afirmaba: "El amor genera inmortalidad, y la inmortalidad procede unicamente del amor... Si Él ha resucitado, también nosotros resucitaremos, porque el amor es más fuerte que la muerte... O el amor es más fuerte que la muerte o no lo es". El amor por tanto, si es verdadero amor, debe exigir infinitud, indestructibilidad,... Esta reflexión me parece importante qorque es la base de todo y la clave para entender la escatología que el Papa Benedicto XVI nos ofrece en su Spe salvi.

-Entonces, Amor y escatología, ¿no parece una contradicción?

Juan Pablo Ledesma: Todo lo contrario. El amor -si es verdadero amor- exige el juicio porque también es justo. Un amor que juzga es necesario, porque la injusticia del mundo no puede tener la última palabra. Sería injusto. Un amor que destruyera la justicia sería injusto, no sería amor. Más que el día de rendir cuentas, temido y amenazante, el cristiano sabe que su juez será la Verdad, la Trinidad, el Amor, una Persona que siendo hombre, es también nuestro hermano: Jesucristo. Ante el juicio, estas palabras escritas hace cuarenta años nos consuelan y nos hacen esperar: "El hombre no puede desaparecer totalmente, porque es conocido y amado por Dios. Si todo amor anhela la eternidad, el amor de Dios no solo la ansía, sino que la realiza y la personifica"

-¿Qué aspecto más personal, menos académico, de la personalidad del Papa Benedicto, subrayaría?

Juan Pablo Ledesma: A mí me gusta sobre todo la leyenda del oso de Corbiniano, motivo del lema del Papa Benedicto. Es una antigua leyenda... El santo fundador de la diócesis de Frisinga, el monje Corbiniano se dirigía a Roma. Llevaba consigo una bestia de carga. Un oso le atacó y mató al animal. El santo le riñó y le ordenó llevar su equipaje en lugar del animal. Así llegaron juntos a Roma. El cardenal Ratzinger se aplicaba a sí mismo esto, sirviéndose de las palabras de san Agustín comentando el salmo 72,22: "Me he convertido en un animal de carga, y precisamente por eso estoy contigo". Dios se sirve de él, le utiliza, le carga, pero precisamente por eso Dios está cerca de él.

-¿Cuál es el mensaje del Papa Benedicto para este mundo, para hoy?

Juan Pablo Ledesma: Cada miércoles escuchamos su palabra de Pastor universal de la Iglesia, tantas homilías, discursos, mensajes... Es el mensaje de siempre, con acentos particulares. A mi me gusta mucho aquella expresión en su visita a la abadía de Heiligenkreuz: "Dios no nos ha abandonado en un desierto de la nada... Los ojos de Cristo son la mirada del Dios que nos ama". En otras palabras, su mensaje es el mismo mensaje es el mismo de Cristo en el Evangelio: Jesucristo es el Hijo de Dios. Está siempre presente para los hombres, ayer, hoy y mañana. El Jesús de los Evangelios es el Jesús real, el "Jesús histórico", el Cristo. Dios es amo. En esperanza hemos sido salvados.

Por Gisèle Plantec

jueves, 5 de junio de 2008

La polémica está servida...Cardenal Martini pide reforma de la Iglesia

Copio la noticia tal cual, aunque es vieja.

Martini pide la reforma de la Iglesia

El influyente cardenal elogia a Lutero, defiende el debate sobre el celibato y la ordenación de mujeres y reclama una apertura del Vaticano en materia de sexo
JUAN G. BEDOYA - Madrid - 25/05/2008


"La Iglesia debe tener el valor de reformarse". Ésta es la idea fuerza del cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927), uno de los grandes eclesiásticos contemporáneos. Con elogios al reformador protestante Martín Lutero, el cardenal le pide a la Iglesia católica "ideas" para discutir hasta la posibilidad de ordenar a viri probati (hombres casados, pero de probada fe), y a mujeres. También reclama una encíclica que termine con las prohibiciones de la Humanae Vitae, emitida por Pablo VI en 1968 con severas censuras en materia de sexo.

"Ha habido una época en la que soñé con una Iglesia en pobreza y humildad"

El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán) y papable. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965. Ahora vuelve a la actualidad porque se publica en Alemania (por la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual del gran pensador. Lo firma Georg Sporschill, también jesuita.

Sin tapujos, lo que reclama Martini a las autoridades del Vaticano es coraje para reformarse y cambios concretos, por ejemplo, en las políticas del sexo, un asunto que siempre desata los nervios y las iras en los papas desde que son solteros.

El celibato, sostiene Martini, debe ser una vocación porque "quizás no todos tienen el carisma". Espera, además, la autorización del preservativo. Y ni siquiera le asusta un debate sobre el sacerdocio negado a las mujeres porque "encomendar cada vez más parroquias a un párroco o importar sacerdotes del extranjero no es una solución". Le recuerda al Vaticano que en el Nuevo Testamento había diaconesas.

Son varios los periódicos europeos que ya se han hecho eco de la publicación de Coloquios nocturnos en Jerusalén, subrayando la exhortación del cardenal a no alejarse del Concilio Vaticano II y a no tener miedo de "confrontarse con los jóvenes".

Precisamente, sobre el sexo entre jóvenes, Martini pide no derrochar relaciones y emociones, aprendiendo a conservar lo mejor para la unión matrimonial. Y rompe los tabúes de Pablo VI, Juan Pablo II y el papa actual, Joseph Ratzinger. Dice: "Por desgracia, la encíclica Humanae Vitae ha tenido consecuencias negativas. Pablo VI evitó de forma consciente el problema a los padres conciliares. Quiso asumir la responsabilidad de decidir a propósito de los anticonceptivos. Esta soledad en la decisión no ha sido, a largo plazo, una premisa positiva para tratar los temas de la sexualidad y de la familia".

El cardenal pide una "nueva mirada" al asunto, cuarenta años después del concilio. Quien dirige la Iglesia hoy puede "indicar una vía mejor que la propuesta por la Humanae Vitae", sostiene.
Sobre la homosexualidad, el cardenal dice con sutileza: "Entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos" .

Martini aparece en el libro con toda su personalidad a cuestas, de una curiosidad intelectual sin límites. Hasta el punto de reconocer que cuando era obispo le preguntaba a Dios: "¿Por qué no nos ofreces mejores ideas? ¿Por qué no nos haces más fuertes en el amor y más valientes para afrontar los problemas actuales? ¿Por qué tenemos tan pocos curas?"

Hoy, retirado y enfermo -acaba de dejar Jerusalén, donde vivía dedicado a estudiar los textos sagrados, para ser atendido por médicos en Italia-, se limita a "pedir a Dios" que no le abandone.
Además del elogio a Lutero, el cardenal Martini desvela sus dudas de fe, recordando las que tuvo Teresa de Calcuta. También habla de los riesgos que un obispo tiene que asumir, en referencia a su viaje a una cárcel para hablar con militantes del grupo terrorista Brigadas Rojas. "Los escuché y rogué por ellos e incluso bauticé a dos gemelos hijos de padres terroristas, nacidos durante un juicio", relata.

"He tenido problemas con Dios", confiesa en un determinado momento. Fue porque no lograba entender "por qué hizo sufrir a su Hijo en la cruz". Añade: "Incluso cuando era obispo algunas veces no lograba mirar un crucifijo porque la duda me atormentaba" . Tampoco lograba aceptar la muerte. "¿No habría podido Dios ahorrársela a los hombres después de la de Cristo?" Después entendió. "Sin la muerte no podríamos entregarnos a Dios. Mantendríamos abiertas salidas de seguridad. Pero no. Hay que entregar la propia esperanza a Dios y creer en él".

Desde Jerusalén la vida se ve de otra manera, sobre todo las parafernalias de Roma. Martini lo cuenta así: "Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia".

Nunca más el 'error Galileo'

El cardenal Martini se empeñó siempre en establecer un terreno de discusión común entre laicos y católicos, afrontando también aquellos puntos en los que no hay consenso posible. Con esa intención abrió uno de los debates más sabrosos entre intelectuales contemporáneos, publicado en 1995 en Italia con el título In cosa crede qui non crede? (¿En qué creen los que no creen?). Se trataba de una serie de cartas cruzadas entre el cardenal y Umberto Eco, sobre temas como cuándo comienza la vida humana, el sacerdocio negado a la mujer, la ética, o cómo encontrar, el laico, la luz del bien. Un sector de la jerarquía católica asistió a la controversia con indisimulada incomodidad, pero una década después, el mismísimo cardenal Joseph Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, afrontó un debate semejante con el filósofo alemán Jürgen Habermas sobre la relación entre fe y razón.

Lamentó en 1995 el cardenal Martini que su iglesia viviera sumida en "desolada resignación respecto al presente". También se sinceró ante Eco sobre el miedo a la ciencia y al futuro. Entonces lo hizo "con tesoros de sutileza", reconoció él mismo. Ponía por testigo la prudencia de Tomás de Aquino en semejantes compromisos, por miedo a Roma, que a punto estuvo de castigar a quien ahora es uno de sus guías más ilustres

El cardenal, ya jubilado -es decir, más libre que cuando ejercía responsabilidades jerárquicas-, se expresa en el nuevo libro con la sutileza que usó en el debate con Umberto Eco, pero pone sobre la mesa puntos de vista sorprendentes para sus pares, como el contror de la natalidad y los preservativos. Suenan también como trallazos sus elogios a Martín Lutero y el desafío a Roma para que emprenda con coraje algunas de las reformas que en su tiempo reclamó el fraile alemán.

En el trasfondo de sus manifestaciones de ahora, donde el cardenal aparece a veces angustiado - con un sentimiento más trágico de su fe-, surge el debate interminable del enfrentamiento de la Iglesia de Roma con la ciencia y el pensamiento modernos. Nuevamente, es un jesuita quien vuelve a plantear la discusión, con disgusto del Vaticano. La ventaja de Martini es que no está ya al alcance de ninguna pedrada. El también jesuita George Tyrrell, el erudito tomista irlandés, fue castigado sin contemplaciones y suspendidido de sus sacramentos. Incluso se le negó sepultura en un cementerio católico cuando falleció en 1909. Su pecado: reivindicar, como Martini, el derecho de cada época a "adaptar la expresión del cristianismo a las certidumbres contemporáneas, para apaciguar el conflicto absolutamente innecesario entre la fe y la ciencia, que es un mero espantajo teológico".

Lo que buscan todos estos pensadores católicos es espantar cualquier riesgo de cometer otra vez el error Galileo. Es otra de las exigencias del cardenal.

miércoles, 4 de junio de 2008

Benedicto XVI: Audiencia General (04 de junio)

Benedicto XVI: San Gregorio, Papa Magno, "siervo de los siervos de Dios"Segunda catequesis dedicada al romano pontífice del año 590 al 604
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI durante la audiencia general de este miércoles dedicada -en su ciclo de catequesis sobre los Padres de la Iglesia-- a profundizar en las enseñanzas de san Gregorio Magno, cuya vida empezó a trazar la semana pasada.
* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Vuelvo hoy, en nuestro encuentro de los miércoles, a la extraordinaria figura del Papa Gregorio Magno para recoger más luces de su rica enseñanza. A pesar de los múltiples compromisos vinculados a su misión como obispo de Roma, nos dejó numerosas obras de las que la Iglesia, en los siglos sucesivos, se ha nutrido abundantemente. Además de su conspicuo epistolario -el Registro al que aludía en la catequesis pasada contiene más de 800 cartas--, nos dejó sobre todo escritos de carácter exegético, entre los que se distinguen el Comentario moral a Job -conocido bajo el título latino de Moralia in Iob--, las Homilías sobre Ezequiel, las Homilías sobre los Evangelios. Asimismo existe una importante obra de carácter hagiográfico, los Diálogos, escrita por Gregorio para la edificación de reina longobarda Teodolinda. La obra principal y más conocida es sin duda la Regla pastoral que el Papa redactó al comienzo de su pontificado con finalidad claramente programática.

Haciendo un rápido repaso a estas obras observemos, ante todo, que en sus escritos Gregorio jamás se muestra preocupado por trazar una doctrina "suya", una originalidad propia. Más bien intenta hacerse eco de la enseñanza tradicional de la Iglesia, quiere sencillamente ser la boca de Cristo y de su Iglesia en el camino que se debe recorrer para llegar a Dios. Al respecto son ejemplares sus comentarios exegéticos. Fue un apasionado lector de la Biblia, a la que se acercó con pretensiones no meramente especulativas: de la Sagrada Escritura, pensaba él, el cristiano debe sacar no tanto conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma, para su vida de hombre en este mundo. En las Homilías sobre Ezequiel, por ejemplo, insiste fuertemente en esta función del texto sagrado: aproximarse a la Escritura simplemente para satisfacer el propio deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo y exponerse así al riesgo de resbalar en la herejía. La humildad intelectual es la regla primaria para quien intenta penetrar en las realidades sobrenaturales partiendo del Libro Sagrado. La humildad, obviamente, no excluye el estudio serio; pero para lograr que éste resulte verdaderamente provechoso, consintiendo entrar realmente en la profundidad del texto, la humildad es indispensable. Sólo con esta actitud interior se escucha realmente y se percibe por fin la voz de Dios. Por otro lado, cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada si la compresión no conduce a la acción. En estas homilías sobre Ezequiel se encuentra también esa bella expresión según la cual "el predicador debe mojar su pluma en la sangre de su corazón; podrá así llegar también al oído del prójimo". Al leer estas homilías suyas se ve que realmente Gregorio escribió con la sangre de su corazón y por ello nos sigue hablando a nosotros.
Gregorio desarrolla también este tema en el Comentario moral a Job. Siguiendo la tradición patrística, examina el texto sacro en las tres dimensiones de su sentido: la dimensión literal, la dimensión alegórica y la moral, que son dimensiones del único sentido de la Sagrada Escritura. Sin embargo Gregorio atribuye una clara preponderancia al sentido moral. En esta perspectiva propone su pensamiento a través de algunos binomios significativos --saber-hacer, hablar-vivir, conocer-actuar- en los que evoca los dos aspectos de la vida humana que deberían ser complementarios, pero que con frecuencia acaban por ser antitéticos. El ideal moral --comenta-- consiste siempre en llevar a cabo una armoniosa integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los deberes del propio estado: éste es el camino para realizar la síntesis gracias a la cual lo divino desciende en el hombre y el hombre se eleva hasta la identificación con Dios. El gran Papa traza así para el auténtico creyente un proyecto de vida completo; por esto el Comentario moral a Job constituirá en el curso de la Edad Media una especie de Summa de la moral cristiana.

Son de notable relevancia y belleza también sus Homilías sobre los Evangelios. La primera de ellas la pronunció en la basílica de San Pedro durante el tiempo de Adviento del año 590, por lo tanto, pocos meces después de su elección al pontificado; la última fue pronunciada en la basílica de San Lorenzo el segundo domingo después de Pentecostés del año 593. El Papa predicaba al pueblo en las iglesias donde se celebraban la "estaciones" --especiales ceremonias de oración en los tiempos fuertes del año litúrgico-- o las fiestas de los mártires titulares. El principio inspirador que une las diversas intervenciones se sintetiza en la palabra "praedicator": no sólo el ministro de Dios, sino también todo cristiano tiene la tarea de hacerse "predicador" de cuanto ha experimentado en su interior, a ejemplo de Cristo que se hizo hombre para llevar a todos el anuncio de la salvación. El horizonte de este compromiso es el escatológico: la esperanza del cumplimiento en Cristo de todas las cosas es un pensamiento constante del gran pontífice y acaba por convertirse en motivo inspirador de todo su pensamiento y actividad. De aquí brotan sus incesantes llamamientos a la vigilancia y al empeño en las buenas obras.

Tal vez el texto más orgánico de Gregorio Magno es la Regla pastoral, escrita en los primeros de pontificado. En ella Gregorio se propone trazar la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño. A tal fin ilustra la gravedad del oficio de pastor de la Iglesia y los deberes que ello comporta: por lo tanto, aquellos que no han sido llamados a tal tarea, que no lo busquen con superficialidad; aquellos en cambio que lo hayan asumido sin la debida reflexión, que sientan nacer en el alma una necesaria turbación. Retomando un tema predilecto, afirma que el obispo es ante todo el "predicador" por excelencia; como tal debe ser sobre todo ejemplo para los demás, de forma que su comportamiento pueda constituir un punto de referencia para todos. Una acción pastoral eficaz requiere además que él conozca los destinatarios y adapte sus intervenciones a la situación de cada uno: Gregorio se detiene en ilustrar las diversas categorías de fieles con anotaciones agudas y puntuales que pueden justificar la valoración de quien ha visto en esta obra también un tratado de psicología. De aquí se entiende que él conocía realmente a su rebaño y hablaba de todo con la gente de su tiempo y de su ciudad.

El gran pontífice, con todo, insiste en el deber de que el pastor debe reconocer cada día la propia miseria, de manera que el orgullo no haga vano, a los ojos del Juez Supremo, el bien realizado. Por ello el capítulo final de la Regla está dedicado a la humildad: "Cuando se tiene complacencia en haber alcanzado muchas virtudes, es bueno reflexionar sobre las propias insuficiencias y humillarse: en lugar de considerar el bien realizado, hay que considerar el que se ha descuidado". Todas estas indicaciones preciosas demuestran el altísimo concepto que san Gregorio tiene del cuidado de las almas, por él definido "ars artium", el arte de las artes. La Regla tuvo un éxito tan grande que, cosa más bien rara, pronto se tradujo en griego y en anglosajón.

Significativa es igualmente otra obra, los Diálogos, en los que al amigo y diácono Pedro, convencido de que las costumbres estaban tan corrompidas que no permitían que hubiera santos como en tiempos pasados, Gregorio demuestra lo contrario: la santidad siempre es posible, aún en tiempos difíciles. Lo prueba narrando la vida de personas contemporáneas o desaparecidas recientemente a las que bien se podría calificar de santas, aunque no estuvieran canonizadas. La narración se acompaña de reflexiones teológicas y místicas que hacen del libro un texto hagiográfico singular, capaz de fascinar a generaciones enteras de lectores. El material acude a las tradiciones vivas del pueblo y tiene el objetivo de edificar y formar, atrayendo la atención de quien lee sobre una serie de cuestiones como el sentido del milagro, la interpretación de la Escritura, la inmortalidad del alma, la existencia del infierno, la representación del más allá, temas todos que requerían oportunas aclaraciones. El libro II se dedica por entero a la figura de Benito de Nursia y es el único testimonio antiguo de la vida del santo monje, cuya belleza espiritual aparece en el texto con toda evidencia.

En la línea teológica que Gregorio desarrolla a través de sus obras, pasado, presente y futuro se relativizan. Lo que para él cuenta, más que nada, es todo el arco de la historia salvífica, que sigue desenvolviéndose entre los oscuros meandros del tiempo. En esta perspectiva es significativo que él introduzca el anuncio de la conversión de los Anglos en medio del Comentario moral a Job: a sus ojos el evento constituía un adelanto del Reino de Dios del que trata la Escritura; por lo tanto con buena razón podía mencionarse en el comentario a un libro sacro. En su opinión, los guías de las comunidades cristianas deben empeñarse en releer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios: en este sentido el gran pontífice siente el deber de orientar a pastores y fieles en el itinerario espiritual de una lectio divina iluminada y concreta, situada en el contexto de la propia vida.

Antes de concluir, es necesario hablar de las relaciones que el Papa Gregorio cultivó con los patriarcas de Antioquía, de Alejandría y de la propia Constantinopla. Se preocupó siempre de reconocer y respetar los derechos, guardándose de toda interferencia que limitara la legítima autonomía de aquellos. Si bien san Gregorio, en el contexto de la situación histórica, se opuso al título de "ecuménico" por parte del Patriarca de Constantinopla, no lo hizo por limitar o negar esta legítima autoridad, sino porque estaba preocupado por la unidad fraterna de la Iglesia universal. Lo hizo sobre todo por su profunda convicción de que la humildad debía ser la virtud fundamental de todo obispo, más aún de un Patriarca. Gregorio había seguido siendo un sencillo monje en su corazón y por ello era decididamente contrario a los grandes títulos. Quería ser --es expresión suya-- servus servorum Dei. Esta palabra que acuñó no era en sus labios una piadosa fórmula, sino la verdadera manifestación de su modo de vivir y de actuar. Estaba íntimamente impresionado por la humildad de Dios, que en Cristo se hizo nuestro siervo, nos lavó y nos lava los pies sucios. Por lo tanto estaba convencido de que, sobre todo un obispo, debería imitar esta humildad de Dios y así seguir a Cristo. Su deseo verdaderamente fue el de vivir como monje en permanente coloquio con la Palabra de Dios, pero por amor a Dios supo hacerse servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y de sufrimientos, supo hacerse "siervo de los siervos". Precisamente porque lo fue, es grande y nos muestra también a nosotros la medida de su verdadera grandeza.

[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:

El Papa san Gregorio Magno nos ha dejado numerosos escritos, con el propósito de transmitir la enseñanza de la Iglesia. Apasionado lector de la Escritura, invita a encontrar en ella el alimento cotidiano para el alma. Pero, advierte que el estudio de la Palabra de Dios, hecho con seriedad y humildad, sólo sirve si lleva a la acción. Para Gregorio, el ideal moral se encuentra en la integración armoniosa entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los propios deberes. En su obra más famosa, la "Regla Pastoral", san Gregorio traza la figura del Obispo ideal. El Pastor debe ser humilde, conocer a los fieles y adaptarse a su situación para que su acción pastoral sea eficaz. Con razón llamaba al cuidado de las almas "el arte de las artes". Según él, la comunidad cristiana debe ver todos los sucesos a la luz de la Palabra de Dios, siguiendo para ello el itinerario espiritual de la lectio divina. Con el Papa Gregorio, la Sede de Roma adquirió un gran prestigio en el mundo, y el título de "siervo de los siervos de Dios", que él había elegido, fue usado desde entonces por sus sucesores.

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, al grupo de peregrinos de la República Dominicana, acompañados por el Arzobispo de Santiago de los Caballeros, Monseñor Ramón de la Rosa, y al grupo de sacerdotes de Madrid. Saludo también a los peregrinos y grupos parroquiales venidos de Chile, Ecuador, España, México y de otros países latinoamericanos. Que el ejemplo de San Gregorio os ayude a meditar la Sagrada Escritura para encontrar en ella el alimento espiritual para vuestra vida cristiana. Que Dios os bendiga.

[Traducción del original italiano por Marta Lago.
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

martes, 3 de junio de 2008

Sigo mendigando oraciones en especial para mañana y estos dìas...

...agradezco a todos sus oraciones, tengo a María Auxiliadora fastidiado.
(Imagen: Templo María Auxiliadora en la esquina Salesianos, Caracas)

lunes, 2 de junio de 2008

Necesito oraciones para mañana temprano y estos dìas..


...a ver si se me da el milagro por el que tengo tiempo pidiendo. En verdad que lo necesito.
Gracias por sus oraciones!.

domingo, 1 de junio de 2008

Benedicto XVI: Angelus dominical sobre el Sagrado Corazón (01 de junio) y clausura del mes de mayo

Benedicto XVI: Junio, mes del corazón de Cristo

Intervención con motivo del Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI este domingo al rezar el Ángelus junto a miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, que coincide con el inicio de junio, quiero recordar que este mes está tradicionalmente dedicado al Corazón de Cristo, símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la Redención. Y el viernes pasado celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, tercera y última de las fiestas que han seguido al Tiempo Pascual, tras la Santísima Trinidad y el Corpus Christi. Esta sucesión hace pensar en un movimiento hacia el centro: un movimiento del espíritu guiado por el mismo Dios. Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno. En mi primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de partida ha sido precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. 19,37; Deus caritas est, 12). Y este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados, esperanza que ha sido el tema de mi segunda encíclica.

Toda persona necesita un "centro" para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana. Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo. Os invito, por tanto, a cada uno de vosotros a renovar en el mes de junio su propia devoción al Corazón de Cristo, valorando también la tradicional oración de ofrecimiento del día y teniendo presentes las intenciones que propongo a toda la Iglesia.

Junto al Sagrado Corazón de Jesús, la liturgia nos invita a venerar el Corazón Inmaculado de María. Encomendémonos siempre a ella con gran confianza. Quisiera invocar la materna intercesión de la Virgen una vez más por las poblaciones de China y Myanmar, golpeadas por calamidades naturales, y por quienes atraviesan las numerosas situaciones de dolor, enfermedad y miseria material y espiritual que marcan el camino de la humanidad.

[Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los fieles de la Parroquia de San Andrés Apóstol, de Moral de Calatrava. En el día del Señor os invito a escuchar devotamente la Palabra de Dios, a acogerla en vuestro corazón con docilidad y a llevarla a la práctica con solicitud, de modo que vuestra vida se arraigue cada vez más firmemente en la roca de la amistad con Cristo. Feliz domingo a todos.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina © Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

Palabras del Papa en el Rosario de clausura del mes de mayo

El Magnificat sigue siendo la interpretación más profunda de la historia

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI en la noche de este sábado al rezar el Rosario en la clausura del mes de mayo, tradicionalmente dedicado a María.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Concluimos el mes de mayo con este sugerente encuentro de oración mariana. Os saludo con afecto y os doy las gracias por vuestra participación. Saludo, en primer lugar, al señor cardenal Angelo Comastri; con él saludo a los demás cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes que han participado en esta celebración nocturna. Saludo a los consagrados y a todos vosotros, queridos fieles laicos, que con vuestra presencia habéis querido rendir homenaje a la Virgen Santísima.

Hoy celebramos la fiesta de la Visitación de la Virgen María y la memoria del Corazón Inmaculado de María. Por tanto, todo nos invita a dirigir la mirada con confianza a María. Nos hemos dirigido a ella, también esta noche, con la antigua y siempre actual práctica del Rosario. El Rosario, cuando no es una repetición mecánica de fórmulas tradicionales, es una meditación bíblica que nos hace revivir los acontecimientos de la vida del Señor en compañía de la Virgen, conservándolos como ella, en nuestro corazón. En muchas comunidades cristianas, durante el mes de mayo, se da la bella costumbre de rezar de manera más solemne el Rosario en familia y en las parroquias. Que no decaiga esta buena costumbre, ahora que termina el mes, para que, aprendiendo de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas.

En la fiesta de la visitación, la liturgia nos hace volver a escuchar el pasaje del Evangelio de Lucas, que narra el viaje de María de Nazaret a casa de la anciana prima, Isabel. Imaginemos el estado de ánimo de la Virgen tras la Anunciación, cuando el ángel la dejó. María se encontró con un gran misterio encerrado en el seno; sabía que había sucedido algo extraordinariamente único; se daba cuenta de que había comenzado el último capítulo de la historia de la salvación del mundo. Pero, a su alrededor, todo había quedado como antes y la aldea de Nazaret no sabía nada de lo que le había sucedido.

Sin embargo, antes de preocuparse por sí misma, María piensa en la anciana Isabel, al saber que su embarazo está en un estado avanzado y, movida por el misterio de amor que acaba de acoger en su interior, se pone en camino "rápidamente" para ir a ofrecerle ayuda. ¡Esta es la grandeza sencilla y sublime de María! Cuando llega a la casa de Isabel, ocurre algo que ningún pintor podrá plasmar nunca en toda su belleza y profundidad. La luz interior del Espíritu Santo envuelve sus personas. E Isabel, iluminada desde lo Alto, exclama: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lucas 1, 42-45).

Estas palabras podrían parecer desproporcionadas respecto al contexto real. Isabel es una de las muchas ancianas de Israel y María una muchacha desconocida de una aldea perdida de Galilea. ¿Qué pueden ser y que pueden hacer en un mundo en el que cuentan otras personas y otros poderes? Sin embargo, María nos sorprende una vez más; su corazón es limpio, totalmente abierto a la luz de Dios; su alma no tiene pecado, no carga con el peso del orgullo o el egoísmo. Las palabras de Isabel encienden en su espíritu un cántico de alabanza que es una auténtica y profunda interpretación "teológica" de su historia: una lectura que tenemos que seguir aprendiendo de quien tiene una fe sin sombras ni grietas. "Engrandece mi alma al Señor". María reconoce la grandeza de Dios. Este es el primer e indispensable sentimiento de la fe: el sentimiento que da seguridad a la criatura humana y que libera del miedo, a pesar de las tempestades de la historia.

Más allá de la superficie, María "ve" con los ojos de la fe la obra de Dios en la historia. Por este motivo es bienaventurada, pues ha creído: por la fe, de hecho, ha acogido la Palabra del Señor y ha concebido al Verbo encarnado. Su fe le ha hecho ver que los tronos de los poderosos de este mundo son provisionales, mientras que el trono de Dios es la única roca que no cambia, que no se derrumba. Su Magnificat, con el pasar de los siglos y milenios, sigue siendo la interpretación más verdadera y profunda de la historia, mientras las interpretaciones de muchos de los sabios de este mundo han sido desmentidas por los hechos en el transcurso de los siglos.

Queridos hermanos y hermanas: volvamos a casa con el Magnificat en el corazón. Alberguemos en nuestro espíritu los mismos sentimientos de alabanza y acción de gracias de María hacia el Señor, su fe y su esperanza, su abandono dócil en las manos de la Providencia divina. Imitemos su ejemplo de disponibilidad y de generosidad en el servicio a los hermanos. De hecho, sólo acogiendo el amor de Dios y haciendo de nuestra existencia un servicio desinteresado y generoso al prójimo, podremos elevar con alegría un canto de alabanza al Señor. Que nos alcance esta gracia la Virgen, quien nos invita en esta noche a encontrar refugio en su Corazón inmaculado.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

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