domingo, 25 de abril de 2010

Karol Wojtyla: doctorado en Roma (1946-1948). Leyendo la biografía de Juan Pablo II de Weigel (XI)


Se hospedó en el Colegio Belga donde se discutía sobre la nouvelle theologue, la nueva teología asociada a los dominicos Marie-Dminique Chenu e Yves Congar y los jesuitas Jean Daniélou y Henri de Lubac, que influyeron luego en el Concilio Vaticano II. También había debates sobre los experimentos de sacerdotes obreros que se llevaban a cabo en Francia y Bélgica. La experimentación pastoral en Francia estaba en auge. En el ambiente políglota pudo mejorar su francés, practicar el alemán, e iniciaba sus estudios de italiano e inglés.
(…) Viajó por Italia y se confesó con el Padre Pío y lo vio celebrar la misa, lo cual le generó gran impresión.
(…) Viajó por Europa, y en Holanda se admiró de su sólida estructura organizacional con activas comunidades eclesiales vivas.
(…) En Ars con el ejemplo del santo Cura Vianney se quedó convencido de que el sacramento de la penitencia constituía una parte indispensable del drama de una vida cristiana, Karol se propuso convertirse en un “prisionero del confesionario”. Se trataba de una convicción fortalecida por su observación del abismo cada vez mayor entre la Europa de catedrales góticas a través de la que viajaba y la Europa descristianizada que estaba emergiendo, ya fuera libremente o por decreto comunista, al terminar la guerra. Estaba convencido de que aquel abismo sólo podía llenarse mediante nuevas formas de pastoral abiertas a una presencia más amplia del laicado. (
Weigel, George; 1999, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de la esperanza, Pp. 123-125).

sábado, 24 de abril de 2010

Influencias en la juventud de Karol Wojtyla: siendo seminarista. Leyendo la biografía de Juan Pablo II de Weigel (X)

Biografìa de Juan Pablo II. Testigo de Esperanza de George Weigel.

Cuando era seminarista la metafísica le permitió:
El descubrimiento de las profundas razones por las que hasta entonces había tan sólo vivido y sentido… Lo que la intuición y la sensibilidad me habían ilustrado hasta entonces acerca del mundo encontró sólida confirmación.
Aristóteles y Santo Tomás de Aquino le confirmó que el mundo era inteligible. La guerra le había dado una experiencia real aunque cruel. Asumió el realismo (la inteligibilidad del mundo) en contra del escepticismo radical y de su pariente cercano, el relativismo moral.

Su compromiso personal a vivir en pobreza seguía causando impresión en sus compañeros del seminario. Entregó un jersey nuevo que le dieron a un mendigo que preguntó por Karol Wojtyla.
(…) Poco después de la guerra, Karol cobró conciencia del autosacrificio del padre Maximilian Kolbe al dar su vida por un hombre casado y con hijos en Auschwitz (…), se convirtió en un modelo del sacerdote como hombre que vive su vocación como un alter Christus, mediante el completo verterse al servicio de su gente. (…) La idea de autoofrenda surgiría una y otra vez en el trabajo de toda su vida, y se convertiría en uno de los conceptos cruciales de su filosofía del ser humano y el medio moral humano.
El 01 de noviembre de 1946 fue ordenado sacerdote por el Cardenal Sapieha en la capilla privada del Arzobispo en Franciszkanska
(Weigel, George; 1999, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de la esperanza, Pp. 107, 117-118).

miércoles, 7 de abril de 2010

EEUU: el país más caritativo, y es por las personas religiosas, no por las laicas

Posted: Wednesday, April 7, 2010
THE CATHOLIC DIFFERENCE

Almsgiving, along with fasting and intensified prayer, is one of the three traditional Lenten practices enjoined on all Catholics by ancient tradition. So it might sem an odd moment to reflect briefly on just how much almsgiving Americans already do. But perhaps a review of some remarkable data will spur those who are already in the game to do better in our charitable giving -- and encourage those who aren't yet giving to do so.
A few months back, my friend Adam Meyerson, president of the Philanthropy Roundtable, gave a lecture on "The Generosity of America" at Michigan's Hillsdale College (itself entirely supported by tuition and philanthropy, as it accepts no government money whatsoever). Adam began by noting that the media generally notice Americans' charitable donations only in the wake of disasters; it was widely remarked, for example, that some $6 billion had been given to disaster relief in the immediate aftermath of Hurricane Katrina. Yet, admirable as that giving was, Americans routinely give about $6 billion to charity every week, Meyerson noted: "Last year [2009], Americans gave $300 billion to charity. To put this into perspective, that is almost twice as much as we spent on consumer electronics equipment -- equipment including cell phones, iPods, and DVD players. Americans gave three times as much to charity last year as we spent on gambling and ten times as much as we spent on professional sports."
All of which makes us, Meyerson concluded, "the most charitable country in the world. There is no other country that comes close." The interesting question is, why?
The first reason why has to do with American piety. Secularism may have made serious inroads into American high culture and American public life, but we are not yet Europe or Canada, and it tells in our giving: "Americans who attend church or synagogue or another form of worship once a week give three times as much to charity as a percentage of their income as do those who rarely attend religious services." And while it is true that $100 billion of that annual $300 billion in charitable giving goes to religious institutions, 2/3 of it goes to other forms of charitable activity, usually secular in character. Moreover, Meyerson, noted, regular worshippers "also give more to secular charities than do those who never or rarely attend religious services." Secularism's claims to a deeper compassion for those in need are put into serious question by this data.
Americans are also not -- yet -- infected with the European tendency to look toward government for the resolution of all their problems. As Meyerson put it, Americans "respect the freedom and the ability of individuals, and associations of individuals, to make a difference. Americans don't wait for government or the local nobleman to solve our problems; we find solutions ourselves." And we help support those who are finding those solutions through charitable giving.
The culture of philanthropy that has traditionally been a part of wealth-creation in America is another facet of this striking picture of generosity, from Andrew Carnegies's libraries to James J. Hill's donation of the Catholic seminary in St. Paul to the Gates Foundation's work to eradicate malaria. That this extraordinary generosity -- and its microcosmic counterparts in the giving that ordinary Americans do -- is facilitated by tax laws that make charitable giving economically beneficial to the donors simply suggests that, for once, there's a part of the tax code of which we can be proud.
This Lent, however, Catholics still have reason for some examination of conscience on their almsgiving. We're traditionally far behind our Protestant brethren in the percentage of our income we give back to God; and, one expects, we're also a bit behind the curve on giving to secular charities, too. The "one-third, one-third, one-third rule" still applies in too many Catholic parishes: one-third of a parish's families carry the bulk of the parish's financial burden, one-third do a little, and one-third do nothing. That can, and should, change, even in economically difficult times.
George Weigel is Distinguished Senior Fellow and William E. Simon Chair in Catholic Studies at the Ethics and Public Policy Center in Washington, D.C.

martes, 6 de abril de 2010

Benedicto XVI: Homilía en la Vigilia Pascual (mis extractos y comentarios)

El ser revestido con los nuevos indumentos de Dios, es lo que sucede en el Bautismo; así nos dice la fe cristiana. Naturalmente, este cambio de vestidura es un proceso que dura toda la vida. Lo que ocurre en el Bautismo es el comienzo de un camino que abarca toda nuestra existencia, que nos hace capaces de eternidad, de manera que con el vestido de luz de Cristo podamos comparecer en presencia de Dios y vivir por siempre con él.
En el rito del Bautismo hay dos elementos en los que se expresa este acontecimiento, y en los que se pone también de manifiesto su necesidad para el transcurso de nuestra vida. Ante todo, tenemos el rito de las renuncias y promesas. (…) Se pronuncia un triple "no": al demonio, a sus pompas y al pecado. Con esta extraña palabra, "pompas", es decir, la suntuosidad del diablo, se indicaba el esplendor del antiguo culto de los dioses y del antiguo teatro, en el que se sentía gusto viendo a personas vivas desgarradas por bestias feroces. Se rechazaba de esta forma un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad. Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. (…) Pablo las llama (a las “viejas vestiduras” “obras de la carne”: "fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo" (Ga 5,19ss.).
(…) El bautizando determina la nueva orientación de su vida: la fe en el Dios trinitario al que él se entrega. Así, Dios mismo nos viste con indumentos de luz, con el vestido de la vida. Pablo llama a estas nuevas "vestiduras" "fruto del Espíritu" y las describe con las siguientes palabras: "Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí" (Ga 5, 22).
(Benedicto XVI, Homilía de la Vigilia Pascual, 03-IV-2010).

Señor, dame esas vestiduras, dame la Gracia para ser bueno, y abandonar mis vicios. No quiero pecar más, quiero la fe y la fuerza para amar la cruz diaria, para donarme total y alegremente. Quiero renunciar al poder, a la codicia… a la vanidad. Quiero la humildad, el sentirme nada, para no centrarme en mí, sino en los demás.

domingo, 4 de abril de 2010

Benedicto XVI: Homilía en la misa de la Cena del Señor (mis extractos y comentarios)

Al final, las palabras de Jesús se convierten en oración, en su Oración sacerdotal, en cuyo trasfondo, según los exegetas, se halla el ritual de la fiesta judía de la expiación. El sentido de aquella fiesta y de sus ritos -la purificación del mundo, su reconciliación con Dios-, se cumple en el rezar de Jesús, un rezar en el que, al mismo tiempo, se anticipa la pasión, y la transforma en oración.
(…) ¿Qué es realmente esta vida verdaderamente eterna, a la que la muerte no puede dañar? Hemos escuchado la respuesta de Jesús: Esta es la vida verdadera, que te conozcan a ti, Dios, y a tu enviado, Jesucristo. Para nuestra sorpresa, allí se nos dice que vida es conocimiento. Esto significa, ante todo, que vida es relación. Nadie recibe la vida de sí mismo ni sólo para sí mismo. La recibimos de otro, en la relación con otro. Si es una relación en la verdad y en el amor, un dar y recibir, entonces da plenitud a la vida, la hace bella.
(…) Conocer, según la sagrada escritura, es llegar a ser interiormente una sola cosa con el otro. Conocer a Dios, conocer a Cristo, siempre significa también amarlo, llegar a ser de algún modo una sola cosa con él en virtud del conocer y del amar. Nuestra vida, pues, llega a ser una vida auténtica, verdadera y también eterna, si conocemos a Aquel que es la fuente de la existencia y de la vida. De este modo, la palabra de Jesús se convierte para nosotros en una invitación: seamos amigos de Jesús, intentemos conocerlo cada vez más. Vivamos en diálogo con él. Aprendamos de él la vida recta, seamos sus testigos. Entonces seremos personas que aman y actúan de modo justo. Entonces viviremos de verdad.
(…) El Señor pide la Iglesia al Padre. Ella nace de la oración de Jesús y mediante el anuncio de los apóstoles, que dan a conocer el nombre de Dios e introducen a los hombres en la comunión de amor con Dios. Jesús pide, pues, que el anuncio de los discípulos continúe a través de los tiempos; que dicho anuncio reúna a los hombres que, gracias a este anuncio, reconozcan a Dios y a su Enviado, el Hijo Jesucristo. Reza para que los hombres sean llevados a la fe y, mediante la fe, al amor. Pide al Padre que estos creyentes "lo sean en nosotros" (Juan 17, 21); es decir, que vivan en la íntima comunión con Dios y con Jesucristo y que, a partir de este estar en comunión con Dios, se cree la unidad visible.
(Benedicto XVI, Homilía en la misa de la Cena del Señor, 01-IV-2010).

No podemos reducir la vida cristiana a una carrera por las virtudes, a menos que esa lucha la haga por la Caridad, por la relación con el Dios Amor. Por ello, la vida de oración es lo fundamental, pero siempre con efectos claros en nuestro obrar, y ahí la importancia de las virtudes. Pienso en la Eucaristía, ¡Qué mejor forma de estar unido a Ti!; y luego hacer Eucaristía toda nuestra vida, todo nuestro obrar. Hacernos sacramento, mostrar a Dios a través de nuestras vidas. Esa es la forma, y a la vez debe ser nuestra preocupación: ¿Cuándo me ven, ven a un verdadero cristiano?. En mi caso creo que no.

Amar, amar, amar. Sólo eso. Y para amar hay que ser manso, paciente, casto, laborioso, generoso, desprendido, humilde, optimista, y alegre. Llevar la alegría a los demás, escuchar a los demás, ayudar a los demás. Pero Cristo no los ha pedido dentro y con su Iglesia, que no dividamos, sino que unamos; y que esto sea visible. Que lo anunciemos con la unidad en la palabra, la fe y la caridad.

viernes, 2 de abril de 2010

Benedicto XVI nos habla del significado del Santo Crisma

Homilía de nuestro Papa en la misa crismal de ayer, ver aquí. Ahora nuestros extractos.

El sacramento es el centro del culto de la Iglesia. Sacramento significa, en primer lugar, que no somos los hombres los que hacemos algo, sino que es Dios el que se anticipa y viene a nuestro encuentro con su actuar, nos mira y nos conduce hacia él. Pero hay algo todavía más singular: Dios nos toca por medio de realidades materiales, a través de dones de la creación, que él toma a su servicio, convirtiéndolos en instrumentos del encuentro entre nosotros y él mismo.
(…) Ya desde la antigüedad, en la etimología popular se ha unido la palabra griega "elaion", aceite, con la palabra "eleos", misericordia. De hecho, en varios sacramentos, el óleo consagrado es siempre signo de la misericordia de Dios. Por tanto, la unción para el sacerdocio significa también el encargo de llevar la misericordia de Dios a los hombres. En la lámpara de nuestra vida nunca debería faltar el óleo de la misericordia. Obtengámoslo oportunamente del Señor, en el encuentro con su Palabra, al recibir los sacramentos, permaneciendo junto a él en oración.
(…) Él mismo lleva, por así decir, el ramo de olivo, introduce su paz en el mundo. Anuncia la bondad salvadora de Dios. Él es nuestra paz. Los cristianos deberían ser, pues, personas de paz, personas que reconocen y viven el misterio de la cruz como misterio de reconciliación. Cristo no triunfa por medio de la espada, sino por medio de la cruz. Vence superando el odio. Vence mediante la fuerza más grande de su amor. La cruz de Cristo expresa su "no" a la violencia.
(…) Consiste en que los cristianos, como buenos ciudadanos, respetan el derecho y hacen lo que es justo y bueno. Consiste en que rechazan lo que en los ordenamientos jurídicos vigentes no es derecho, sino injusticia. La lucha de los mártires consistía en su "no" concreto a la injusticia
(…) El aceite de júbilo, que ha sido derramado sobre Cristo y por él llega a nosotros, es el Espíritu Santo, el don del Amor que nos da la alegría de vivir. Ya que conocemos a Cristo y, en Cristo, a Dios, sabemos que es algo bueno ser hombre. Es algo bueno vivir, porque somos amados. Porque la verdad misma es buena.
(…) Quien ama está siempre dispuesto a sufrir por el amado y a causa de su amor y, precisamente así, experimenta una alegría más profunda. La alegría de los mártires era más grande que los tormentos que les infligían. Este gozo, al final, ha vencido y ha abierto a Cristo las puertas de la historia.

(Benedicto XVI, Homilía en la misa crismal, 01-IV-2010).

He tratado de extraer lo mejor de esta hermosa homilía sobre el significado del sacramento (Dios nos busca y nos lleva hacia Él por medio de la creación) relacionado con el uso del aceite crismal que se bendice el Jueves Santo. El mayor de ellos es ser partícipes y medios de la misericordia de Dios (“en la etimología popular se ha unido la palabra griega "elaion", aceite, con la palabra "eleos", misericordia”). ¡¿Qué mayor misericordia que darnos la Paz?!. Es así como el Papa nos explica otro simbolismo del aceite: la rama de olivo que significa la paz con Dios, la paz entre los hombres, la paz de la vida. Y Cristo nos trae la paz al reconciliarnos NO POR MEDIO DE LA ESPADA SINO POR LA CRUZ. Este es el gran significado del Viernes Santo, de la Pasión. Nos trae la paz, y una paz justa, jamás impuesta (la cruz es el triunfo de la no violencia), es la paz del amor y la misericordia.

jueves, 1 de abril de 2010

¿Aburrirse en Misa?

Extracto de la entrevista de ZENIT al Prelado del Opus Dei: Monseñor Javier Echevarría, 31-03-10, La misa, una cuestión de amor.
-¿Qué recomendaría a los católicos que dicen que se “aburren” en misa?
Monseñor Echevarría: Yo les recomendaría que participaran con sinceridad en la misa, buscando y amando a Jesús. Escribió san Josemaría en Camino: “La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto”.
No hay que dar demasiada importancia al sentimiento: entusiasmo o apatía, ganas o desgana. La misa es sacrificio: Cristo se entrega por amor. Es una acción de Dios, y no podemos captar plenamente su grandeza, por nuestra condición limitada de criaturas. Pero hemos de hacer el esfuerzo no sólo de estar en misa, sino de vivir la misa en unión con Cristo y con la Iglesia
(…) En la misa no sólo se cumple una comunicación descendente del don redentor de Dios, sino también una mediación ascendente, ofrecimiento del hombre a Dios: su trabajo y sus padecimientos, sus penas y sus alegrías, todo eso unido a Cristo: por Él, con Él y en Él.

Señor, has que ame la misa, y que entienda que las oportunidades de ir a misa entre semana, debo aprovecharlas. Que entienda que es la mejor forma de hacer oración. Que la viva intensamente, que comprenda cada parte, especialmente con la memoria reviva los momentos de Tu vida que realiza la misa. En especial, internalizar que es un SACRIFICIO POR AMOR.

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